domingo, 17 de julio de 2022

'La Saga de La Encomienda' - La Mancha - MLFA 2015 - (110-110)

MLFA, autor
Club de Alterne (puticlub) en una carretera de La Mancha en los años '60'.

Eulogio ya se había dotado de equipamiento para caza que, además de ropa y calzado, incluía munición y un cuchillo de monte, más bien machete, de empuñadura de asta, dos filos y sierra para descuartizar las piezas cobradas, aquel arma era de grandes dimensiones pero de venta perfectamente legal; le habían solicitado el carnet de identidad, detalle exigido por un empleado veterano desconfiado del sujeto que tenía delante; decisión muy acertada, como se vería poco tiempo después.

Aún tenía unas pesetas y decidió, de forma imprudente, aparcar en la trasera de un puticlub a orilla de la gran tienda para cazadores, allí también dejaría huella al intentar meter mano entre las piernas a una fulana de aquellas, vistosa por demás, que exigía su consumición; ante los gestos de la mujer y la respuesta desabrida de Eulogio, se vio obligado a intervenir el gerente del local, que consiguió tomar nota del nombre del achispado que dijo ser uno de los dueños del hostal “Zagala”, nombre que apuntó de corrido aquel tipo malencarado, negándose a cobrar la última consumición, a cambio, le invitó a que se marchara. 

El Eulogio desconocía que uno de aquellos tipos del club ya había tomado nota de la matrícula de su flamante Land Rover. Así funcionaban aquellos cubiles, cuya intención no era otra que lograr mantenerse alejados de problemas con los clientes, que terminarían atrayendo a la fuerza pública. Lejos de venirse abajo Eulogio invitó al tío de la corbata a que se pasase por “Zagala”, donde sería bien recibido por su familia; luces de alarma se encendían en derredor de este hombre, todavía joven, pero algo desequilibrado, nadie vislumbró el resplandor de las mismas.

Era ya de noche cuando llegaba a “Zagala” y encontró a Demetrio muy inquieto, por lo que se avino a dar toda suerte de explicaciones, que acompañaba de risotadas, a lo que Isidra, atenta, respondió ofreciéndole un plato de cordero con patatas a lo pobre recalentado, que aceptó de buena gana. – Eulogio, le pidió la buena mujer, pasa dentro y arréglate un poco mientras te preparo la cena, que había rechazado uno de los huéspedes por encontrarse indispuesto, pero aseguró – Está todavía sin tan siquiera salir a la mesa, - insistió ella - y sé que te agradará.

Junto a la botella de vino tinto puso una de gaseosa, viendo el estado del cuñado aquél. María había logrado transmitir su preocupación a la mayor de los hermanos, algo no iba bien, repetía la joven madre con machaconería. Él asentía sin mayor preocupación, al menos visible, y solo pensaba en su proyectado plan, dirigido a controlar la posible relación de Mercedes con el tipo aquel, que resultaba ser uno de los camareros preferidos de su suegro.

- Voy a Jaén, se dirigía a su esposa, llegado a casa desde “Zagala”, dejó la llamada a cuenta de la Isidra, ella estaba advertida de su llegada, parece que puedo conseguir un buen semental y montar yeguas de por aquí, se trata de empezar a montar una cuadra prestigiosa y, quien sabe si una escuela de equitación más adelante. – Ya tengo el contacto – y me espera en unos días en Linares, haremos noche allí y a la mañana siguiente ya estaremos en el campo.

- Tú verás, claro que hay que ver el precio, porque padre nos acaba de comprar el coche. – Me parece a mí – añadió Mercedes, que ya solo pensaba en su amado y en los días restantes hasta su marcha.

Al día siguiente María era informada por Mercedes de los proyectos de su marido; ésta estaba segura de que el viaje se demoraría, cuando menos hasta que él sisara dinero suficiente para su viaje, ya no para la compra de aquel caballo, que quedaría en el aire, ella lo creía así, por el momento. No se trataba de dinero, no era cuestión crematística, ella sabía que dinero era lo de menos en “Zagala”, pero no convenía promocionar a alguien que contaba con la oposición de toda la familia. Si lo sabría ella, que resultaba ser la víctima propiciatoria. La premonición de Mercedes resultó acertada, el fin de semana fue suficiente para que Eulogio hiciera caja, coincidió con un puente y ambos hostales desbordaron de trabajo, hasta el punto de reclamar personal a bares del pueblo, consiguiendo camareros que se incorporaban a “Zagala” después de cerrar aquellos locales donde trabajaban de ordinario. Eulogio parecía dispuesto a realizar su viaje trágico a ninguna parte.