domingo, 3 de febrero de 2019

“Que los árboles no nos impidan ver el bosque”, por J. Pérez Royo

Carmena orgullosa del nieto político; lejos queda su disgusto por la ruptura sentimental de la otra nieta.

Más Madrid supone seguir haciendo la política que puso en práctica Podemos en sus orígenes con los ajustes que son inevitables porque la situación de hoy no es exactamente igual que la de hace cuatro años. Tal como está el patio, va a ser necesario canalizar políticamente todas las energías en el ámbito de la izquierda. Hay tiempo para hacerlo todavía. La incorporación de Podemos al sistema de partidos en las elecciones europeas de mayo de 2014 está en el origen de todos los cambios que se han producido en el sistema político tal como había venido operando desde la entrada en vigor de la Constitución. El cambio más significativo fue la abdicación del Rey Juan Carlos en su hijo Felipe a las pocas semanas. La Casa Real tuvo instinto de conservación y entendió que se había llegado a un fin de ciclo y que o se hacía la abdicación en ese momento o tal vez más adelante ya no sería posible. El estallido del caso de las "tarjetas black" de Caja Madrid en octubre de 2014 con la implicación del que había sido durante muchos años Jefe de la Casa Real certificó que el instinto había funcionado adecuadamente. 

Y del Rey abajo ninguno. Nada ha sido igual en el sistema político español desde entonces. En mayo de 2015 se produciría el desmoronamiento del inmenso poder autonómico y municipal que el PP había acumulado en las elecciones de mayo de 2011. Pero, a diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, en el que el desmoronamiento del PP se correspondía con una subida del PSOE o a la inversa, serían coaliciones integradas por fuerzas políticas diversas a las que se confiaría el gobierno de grandes municipios (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, A Coruña, Cádiz...) o de Comunidades Autónomas. Podemos hizo posible todos estos gobiernos de cambio, pero nadie de Podemos fue Alcaldesa o Alcalde o Presidenta/e. 

Esa manera de hacer política se traduciría en las elecciones generales en un resultado que, contemplado con perspectiva histórica, únicamente puede ser calificado de espectacular. A lo más que había llegado la izquierda no socialista en unas elecciones generales eran los 23 escaños del PCE-PSUC en las elecciones de 1979. En su primera comparecencia en las elecciones de diciembre de 2015 Podemos casi empataba con el PSOE y ponía fin al bipartidismo que había dominado durante casi cuarenta años la vida política española. 

Podemos supo ver el agotamiento del sistema bipartidista dinástico y la necesidad de canalizar políticamente energías que estaban dispersas ante la imposibilidad de que el PSOE pudiera hacerlo. Sin esa operación, no se podría competir con la derecha y no se podría abrir una perspectiva para intentar dar respuesta a la crisis constitucional que había estallado en Catalunya. Y esa operación no podía hacerse con la "forma de partido" clásica, sino que exigía algo distinto. 

Esa forma de hacer política que ha dado buenos resultados en el ciclo electoral que se inició en 2015 sigue siendo necesaria en este ciclo que se abre en 2019. Diría que más necesaria todavía, porque la derecha, las derechas, porque el PP ha dejado de tener el monopolio en ese espacio, también han sabido reubicarse y están aprendiendo a competir en el nuevo escenario. Hay un PSOE algo más sólido que en el inmediato pasado, pero la canalización política de las energías de la izquierda no susceptible de ser representadas por el PSOE siguen siendo imprescindibles. Solamente Podemos puede hacerlo, pero no solo y no como un partido clásico, sino como catalizador de las fuerzas del cambio. 

Esta necesidad de seguir haciendo política de esta manera en el presente ciclo electoral es lo que, en mi opinión, ha interpretado correctamente Íñigo Errejón. Más Madrid supone seguir haciendo la política que puso en práctica Podemos en sus orígenes con los ajustes que son inevitables porque la situación de hoy no es exactamente igual que la de hace cuatro años. No solamente no ha habido traición, como expresamente ha reconocido Pablo Iglesias, sino que ni siquiera ha habido un comportamiento formalmente incorrecto, como ha apuntado Felipe González. 

La competición en cada uno de los tres niveles de nuestra forma de gobierno, municipal, autonómico y estatal es independiente. No son vasos comunicantes las tres competiciones, sino compartimentos estancos. Cada competición municipal y autonómica se agota en sí misma y no incide en la competición estatal. Es la suma de todas ellas lo que cuenta. La suma de los Ayuntamientos del cambio es lo que le ha permitido a Pablo Iglesias jugar el papel protagonista que ha tenido en este ciclo electoral en el ámbito estatal. Pero cada una las alcaldesas y de los alcaldes o de las presidentas o presidentes ha jugado en un terreno de juego distinto a aquél en que ha estado jugando Pablo Iglesias. 

Lo mismo ocurrirá con la candidatura de Íñigo Errejón. El éxito de Íñigo sería capitalizado por Pablo Iglesias, exactamente igual que ha ocurrido con los éxitos de Carmena o Colau. Íñigo va a estar en un terreno y Pablo en otro. No va a haber interferencia entre la acción política de ambos. 

Esto es lo que no acabo de entender que no se entienda. Más Madrid es el desideratum al que habría que tender, con la finalidad de poner en práctica en todos los sitios en que fuera posible una operación de esa naturaleza. Porque, tal como está el patio, va a ser necesario canalizar políticamente todas las energías en el ámbito de la izquierda. Hay tiempo para hacerlo todavía. Se trata de acertar en el diseño y no ver fantasmas donde no los debe haber. 

Que los árboles no nos impidan ver el bosque