martes, 19 de febrero de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (070)


Ayuntamiento de Marchamalo

Nemesio quería a esta mujer como no había sentido nunca, hasta llegó a plantearse separarse de su esposa, sujeta maligna, y lo tenía de sobras comprobado; pero la preocupación, quizás miedo, por las consecuencias, atenazaban sus impulsos y hasta sus mejores sueños. Se veía fuera de “Zagala”, y cabía la posibilidad de que el necio del marido le agarrotara una noche en alguno de los rincones ocultos de la vasta propiedad, a ello contribuirían las pocas luces del desgraciado. Esta pasión llevó a Nemesio a cometer errores de bulto, añadiendo al efectivo facturado a su modo, regalos íntimos, tales que ropa interior y avalorios, que terminarían en las manos de su esposa, controladora cual ave rapaz desde las alturas, asistida por su hermano en las labores de vigía de las tiendas que frecuentaba el Neme en los pueblos de alrededor de La Encomienda. 

Aquel socialismo, ganador el año anterior en La Encomienda y en la práctica totalidad de los municipios de la región, no parecía muy dispuesto al ajuste de cuentas temido por Demetrio al haber aceptado la derecha el resultado de las elecciones sin chistar; a fin de cuentas, se decía, era más apropiado que la miseria la repartieran los otros, es decir los socialistas, por lo menos hasta que la situación económica cambiara de signo y se produjera el tan esperado despegue del pueblo, no en balde disponían de la adecuada infraestructura, legado de aquellos alcaldes, tan denostados, del régimen anterior. Craso error de apreciación de la burguesía aposentada en el pueblo, como se comprobará. Un nuevo régimen se instauraba en La Encomienda, calco perfecto del resto de pueblos, y llegaba para quedarse, como así resultaría, sin duda alguna. 

Javier comenzaba a temerse lo peor, era del dominio público entre los empleados de “Zagala” que se procedía a amueblar el piso de la hija Mercedes, próximo al de sus hermanos, del tiempo de aquellas inversiones realizadas por Diego y recomendadas por su padre a fin de alejar, en la medida de lo razonable, a las nuevas familias, del hostal e instalaciones anexas. Mercedes no le ponía las cosas fáciles, excusándose con el miedo a sentirse vigilada a todas horas por empleaduchas que vislumbraban ya la posibilidad de que el recién llegado Eulogio, que hasta el momento les había importado una higa, se convirtiera en amo al desposar a la hija menor de los Expósito, lo cual cambiaba de bando alguna de sus simplonas percepciones sobre el poder que podría adquirir el individuo, mal educado a pesar de las apariencias que gastaba y adulador de ellas mismas, por la libido o lascivia, aseguraban entre ellas, una de las cuales habría sido requerida de besos al estar ocupada en la limpieza de su habitación, por lo menos ella juraba y perjuraba sobre el intento y se trataba de una muchacha de fiar, que fue despedida de ipso facto por Emilio, siempre al tanto de chismorreos y maledicencias, al no ser muy dado a trabajar de forma constante. 

En el mundo de la política, mientras tanto, se sucedían las reuniones de dirigentes socialistas con alcaldes y concejales de su propio partido; la consigna principal, la premisa fundamental era taxativa: “Se trata de pegarse al terreno y aceptar las costumbres del ciudadano castellano-manchego”, que llevaba implícito el respeto, consideración y hasta la financiación de la iglesia en todas aquellas obras de reparación y mantenimiento de templos que hubiere de menester, así como el pago de subvenciones a las cofradías penitenciales, en montante suficiente para el buen desarrollo de las procesiones, con expresa instrucción de acudir a las mismas, alcalde y concejales, revestidos de solemnidad, que incluía la vara de regidor. 

José Bono había ganado las elecciones autonómicas de Castilla La Mancha en 1983 bajo las siglas del PSOE. Procedía del PSP (Partido Socialista Popular) de Tierno Galván, que se integró en el PSOE en el año 1978; católico practicante y arribista político se mantuvo como presidente de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha durante seis legislaturas, hasta el año 2004, que pasó a ejercer de ministro de Defensa en el gobierno de Zapatero. Nunca superó haber sido derrotado por éste en las elecciones para el cargo de Secretario General del PSOE; a quien Bono consideraba un advenedizo e inexperto político. 

Uno de sus logros, según reconocía él mismo, era el de haber trasladado el retrete de los manchegos del patio al interior de sus viviendas. Controló con mano férrea la confección de las listas electorales a la propia Comunidad y a cada uno de los municipios, utilizando como base sustantiva el binomio: falangistas y republicanos, de tal manera que la izquierda, en la que José Bono no confiaba, fuera controlada en cualquier circunstancia crítica que pudiera producirse.