viernes, 8 de febrero de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (069)

Palacio de Chiloeches en Guadalajara

Ocurrió que la mujer del ‘Neme’ se llenó de dudas sobre la fidelidad de su marido y trató de fiscalizar sus idas y venidas, con la ayuda de su hermano mayor, ayudante de cocina en un restaurante conocido del pueblo, al que decían ‘Casa Ramón’, famoso por su especialidad en asados y carne mechada, quien de forma inmediata se dispuso a vigilar a su cuñado, con el que se llevaba medio bien y menos, por el alarde del dinero que hacía a menudo, siendo que el cuñado conocía la procedencia de los billetes, siempre pequeños en cuanto a valor fiduciario, pero muchos; ya hablaba de comprar otro coche, esta vez sería nuevo, le tenía echado el ojo al nuevo Renault 8 y ya echaba cuentas con un huésped que trabajaba en una de las dos Cajas de Ahorro, al que trataba de forma especial en el comedor del hostal, se trataba de un mozo viejo (solterón) con posibles y algo de familia en el pueblo de Úbeda, adonde se trasladaba en su impresionante Seat 1500 azul marino los fines de semana con buen tiempo, viajes que fue espaciando ante otro tipo de alternes que le facilitaba Neme, hábil como una serpiente para todo tipo de arreglos y cambalaches de los que pudiera obtener algún beneficio para él mismo. El bancario, que conocía su relación con aquella Alicia, sentía una mezcla de envidia sana y admiración por alguien que era capaz de solazarse de continuo con semejante hembra, que atolondraba alguno de sus sueños en la fría habitación de “Zagala”. 

Nemesio era familiar de los propietarios de “Zagala” por vía indirecta, ello le reportaba algunos beneficios, conocedor por esos lazos, del saqueo continuado de las cajas por parte de hijos y cuñados, encontraba vías para participar del expolio. En 1983 los propietarios seguían sin dar de alta a los trabajadores en la Seguridad Social ni en las Mutuas de Accidentes, por lo que no existían nóminas o recibos de salarios y se les retribuía, bien al día o a la semana, aunque no siempre; en esa tarea ‘el primo’ Nemesio era un especialista, ya que convencía a los otros empleados, sus propios compañeros, de la necesidad de esperar varios días, o unas semanas a veces, para cobrar los parcos salarios que, al final, habían conseguido a base de protestar, los menos, y cambiando de empresa la mayoría de camareros, un oficio éste, que, al igual que el de albañil, era muy solicitado en la zona. 

El fracaso escolar hacía estragos en la comarca, y ello contribuirá a la desindustrialización de Castilla La Mancha, por falta de formación que redundaría, más adelante, en escasez, por no decir ausencia, de mano de obra especializada; todo lo cual formaba parte de la hoja de ruta de los nuevos gobernantes para el aislamiento de la región; ello les permitirá perpetuarse en el poder en Castilla, Extremadura y el interior de Andalucía; los mismos a pie de zona, al tiempo que sus compañeros del PSOE en el resto de España, al disponer de un granero de votos, referenciado a unos diez millones de habitantes, la cuarta parte de españoles en la década de los años ‘80’. 

Una vez conseguido el magro salario, el problema radicaba en su percepción, ya que cobraban a base de adelantos que Nemesio anotaba en una sucia libreta y que le reportaba beneficios extra, pues lo suyo era meter mano en las cajas registradoras del comedor y cafetería, aunque no desdeñaba sisar a los propios compañeros alterando los importes adelantados, a base de tachones en la libreta de la que se ha hablado. Parte de ese dineral rapiñado lo escondía el ‘Neme’, para dedicarlo a su amante, encantada de aquellos ingresos, que llegarían a alcanzar un monte (ella lo decía de esa guisa) que le permitiría adquirir muebles, incluso cortinas, que, a los ojos y oídos de aquel marido desgraciado, Nicolás, eran préstamos de la Isidra, a la que le hacía faenas de limpieza en el piso de La Encomienda. 

- Tú le explicas que el dinero proviene, el Neme trataba de impresionar a la muchacha con vocabulario que escuchaba al servir las mesas o en la barra y apuntaba en aquella libreta gastada, siendo así que tenía menos certificados académicos que una liebre; pero era hábil y astuto y, como al resto del clan familiar, se le podía catalogar como persona sin escrúpulos; le dices que te ayuda la jefa (se refería a Isidra) y yo te daré los papeles con las anotaciones a modo de facturas que le presentarás. – Alicia respondía que no podrían devolver esos dineros, ya que hasta ahí llegaba la pobre desgraciada, demandando las respuestas o el qué decir a su hombre. – Nada te ha de preguntar, estate bien segura. Neme resultaba expeditivo, amen de enamorado hasta las cachas, y cortaba la conversación, penosa de seguro, con arrumacos y caricias expresivos de su amor, que a ella le hacían sentirse diferente.