miércoles, 6 de febrero de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (068)

Ayuntamiento de El Casar

También traemos a colación a Paddy Woodwort quien resumió la situación perfectamente: “Si el motivo de la creación de los GAL fue el de acabar con el santuario francés, los organizadores lo habían logrado, pero si su objetivo había sido acabar con ETA fracasaron de forma estrepitosa”. La banda ETA fue a más gracias al penoso espectáculo que había dado la incipiente democracia española. Por la parte que afectó al gobierno socialista; tanto el grado de conocimiento como de participación del mismo en la creación y sostenimiento de los GAL por parte de cargos públicos socialistas de muy alto nivel, como Barrionuevo, Vera y Santamaría, fueron factor decisivo en la derrota del PSOE en las elecciones generales de 1996. 

Ese año de 1983 en que se produjo la creación de los GAL, en La Encomienda ganaban las elecciones municipales los socialistas; el nuevo alcalde había pertenecido a la Falange, muy a última hora, lo cual hace que su posición política resulte inadmisible, se trataba de un hombre joven que, una década antes era de Falange, a diferencia de alguno de sus concejales, que eran falangistas de toda la vida, a excepción de otros cuatro o cinco concejales republicanos y de izquierdas confesos y reconocidos por la población; ésta y no otra es la razón por la cual no fue molestado nunca el clan de Zagala, con la condición, implícita, de que se dedicaran a lo suyo. 

Al frente del complejo Zagala los hijos de Demetrio, que continuaban airosos su singladura por una Nacional IV que comenzaba a ser desdoblada, desde Madrid hasta Cádiz, hasta convertirla en una especie de autovía que no reunía las características de trazado y seguridad de una vía de alta capacidad, pero que venía a ser una solución práctica al tráfico creciente en dirección a la costa andaluza; en clara competición del tren ultrarrápido que se estaba construyendo en paralelo, el famoso AVE, que supuso la modernización de España en materia de transporte de pasajeros en condiciones de rapidez y seguridad, fuimos pioneros en Europa. 

‘Neme’ continuaba su relación con la mujer de Nicolás, la exuberante Alicia, de aspecto sumiso y modosa en las formas, pero una verdadera hembra en la cama, al decir de Nemesio a sus íntimos; el marido de Alicia, Nicolás, era un muchacho recogido por Demetrio a instancia del sacristán de la ermita del Nazareno, nadie sabía dar explicación alguna acerca de cómo había irrumpido en su vida esta impresionante mujer; lo cierto es que ocurrido aquel primer encuentro por extrañas circunstancias, Demetrio dispuso de inmediato esta boda, de cuyo coste se hizo cargo, y les cedió una habitación que tenía un cuartucho de baño adosado. 

El muchacho se ocupaba de los animales del hostal, que incluían una piara de gorrinos, así como de las obras de reparación y mantenimiento de aquellas instalaciones, una tarea de gigantes, realizada por aquél pobre hombre, que accedió a una retribución parca, diríamos que simbólica, después de casarse con aquella Venus a quien había conseguido preñar a duras penas, ya que su relación marital tenía lugar en Navidad, y eso debido a la soledad de ambos, sin familia de ningún grado y mucho menos amistades; era en esas fechas cuando correspondía la coyunda de aquellos seres desgraciados. 

‘Neme’, que llevaba dos años enganchado con Alicia, reducida su actividad a los manoseos en el viejo automóvil y, en el mejor de los casos, al coito rápido en alguna casilla de campo, las había abandonadas a escasos kilómetros de “Zagala”; lo hacían sobre una vieja y sucia manta que llevaba en el coche, para envolver el producto de sus rapiñas en las neveras de servicio, a veces con la complicidad de la propia Alicia, que sabía encelar al amo Emilio, siempre, eso sí, en presencia de María, la esposa, vigilante siempre cuando se trataba de Alicia, consciente del magnetismo que ejercía la muchacha sobre los hombres del hostal, fueran propios o allegados y que le llevó a pedir a su suegro que le buscara una solución habitacional a la pareja dentro del pueblo y que allí dedicara su tiempo al cuidado de su hijo, siempre lleno de mugre entre los animales que cuidaba el padre. 

Nemesio vio el cielo abierto y le prometió ayuda económica para pintar y amueblar, tan si fuera mínimamente, el piso que terminaría comprándoles Demetrio en uno de los barrios alejados de La Encomienda, donde a nadie le interesaba la vida del resto.