sábado, 28 de septiembre de 2019

'Saga de La Encomienda' por Martín L Fernández-Armesto 137-140

Ayuntamiento de Carrión de Calatrava

Esta eclosión de dádivas, el despilfarro y el uso indebido de los caudales públicos, impedía a muchos ver el monte, que no era otro que la vida suntuosa del regidor, socialista, por supuesto; éste frecuentaba los mejores restaurantes de la región, incluidos algunos establecimientos radicados en Madrid capital, en numerosas ocasiones bien acompañado de su esposa y otros amigos. En otras, parece ser que mejores, acudía a libar sexo de prostitutas de alto standing, controladas por madames de prestigio en Ciudad Real y Toledo. Al igual que otros regidores, éste pájaro también disponía de chófer y vehículo oficial de alta gama, el conductor realizaba funciones de alcahuete en historias de sexo que les llegaremos a narrar, ya que culminaron en expedientes a policías que se atrevieron a informar de sus devaneos. Denuncias irrelevantes ya que el receptor de las mismas, Jefe de Policía a la sazón, debía su mantenimiento en el cargo a estos socialistas, capaces de hundir a funcionarios de carrera, muchos de los cuales terminaban solicitando otros destinos fuera de la región, salvo que optaran por la sumisión, como la práctica totalidad de funcionarios y contratados laborales del Ayuntamiento y empresas públicas municipales. No solo huían policías, también secretarios e interventores de carrera.


Las subvenciones a los clubes deportivos, en particular a los de fútbol, eran millonarias, tal y como suena; millones de pesetas se destinaban a ese fin, se trataba de cantidades que ponían de los nervios y en la indignación más absoluta a visitantes o trabajadores temporales que procedían de otras comunidades, bien por mandato de sus empresas o por razón de familia en la comarca. Disponían de clubes de fútbol en ligas profesionales y de estadios acordes a dicha situación, reglamentarios y con capacidad lumínica para iluminar medio pueblo. 

Bandas de música y varias orquestinas eran subvencionadas de igual manera; sus miembros actuaban como los motoristas y pescadores, empleando los caudales de la subvención en fraternales cenas de amistad, a las que siempre invitaban a concejales y militantes socialistas; también compraban ropa de calle que aparecía en factura como ropa de escenario, bien es cierto que las facturas no llegaban a mirarse tan siquiera por el concejal de turno, al no tener la consideración de facturas, sino que revestían el carácter filomafioso de inversión política, de voto cautivo que, elección tras elección, durante tres décadas, terminaba en poder del PSOE, corrompido hasta las cachas, a quien restaban tres lustros de poder en Extremadura y Castilla La Mancha; recordando que en Andalucía superaría en duración y corrupción al franquismo de las décadas de los ‘60’ y ‘70’, con la complicidad de los poderes fácticos, que eran quienes, en calidad de mayordomos, les habían contratado. En puertas del año 2000, dos de estas tres comunidades eran las últimas de la fila en renta per cápita por PIB (Producto Interior Bruto). En todas las asociaciones, al igual que en las empresas de La Encomienda, existía la figura del topo, como ya se denunció en la narración al referirnos a las compañías mercantiles y a las grandes superficies que se instalarían a finales de esta década. Ese topo o bacín tenía relación directa con concejales de la máxima confianza del regidor y su función delatora se refería a los compañeros de trabajo, esto se hacía con todo el descaro, de hecho no tuve ningún problema para interrogar a varios bacines, tan seguros estaban de que el régimen al que pertenecían en calidad de militantes perduraría en el tiempo. Con el mismo descaro, es decir con una absoluta impunidad, el concejal designado como sicario descolgaba el teléfono y transmitía su amenaza a familiares, amigos o conocidos del crítico denunciado por aquel comisario político compañero de trabajo, el cual, de no aceptar un cambio de actitud crítica, terminaba siendo despedido. 

La política llevada a efecto por los socialistas en Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, en cuanto a planes de empleo y subvenciones, sin olvidar al principal de ellos, el PER de los andaluces, que identificaba al alcalde y al empresario como benefactores, que firmarían las 35 peonadas necesarias para tener derecho al subsidio de seis meses, comenzó a tambalearse, ya que a partir de 1997, con el partido popular en el Gobierno central, el PER pasó a llamarse PFEA (Plan de Fomento del Empleo Agrario) y se redujo el número de jornadas para tener derecho al subsidio, que pasó a ser de 20. Hubo que buscar nuevas fuentes; en Extremadura el PFEA era reducido en proporción a los beneficiarios andaluces, y en Castilla La Mancha, que temían recortes por parte del PP, se decidieron por incrementar las bolsas de empleo, para lo cual dispusieron de fuentes de financiación propias. Por un lado el cobro de licencias para la construcción, que estaba en auge, a comienzos de la década prodigiosa.

Del otro lado se privatizó el agua y otros servicios públicos. Ya que el PP había decidido que, puestos a regalar, lo harían ellos, y las 35 peonadas se rebajaban a 20, casi a la mitad. No quieres caldo pues dos tazas, pensaron los del PP como el Albiñana ‘para chula ella, chulo yo’. 

También se procedió a recalificar terrenos, sin planes urbanísticos de ningún tipo. El ejemplo más emblemático lo tuvimos en Seseña, con las consecuencias de ruina que conllevó para los miles de clientes de aquel constructor iluminado, archimillonario y amigo de los socialistas. Fue un alcalde de Izquierda Unida, amenazado de muerte varias veces, quien se enfrentó a aquel depredador, sin apoyo y mucho menos cobertura, de los socialistas que gobernaban a muy pocas leguas de allí, en Fuensalida. En la población iba calando la idea de que su región ya no tenía arreglo, la industrialización seguía sin aparecer, a excepción, quizás, de Guadalajara, allá donde los castellano-manchegos renegaban de su regionalismo y optaban por un sentido de pertenencia a la comunidad de Madrid; a fin de cuentas de siempre se había dicho que Madrid era un poblachón manchego. 

Privatizaciones, recalificaciones y expedición de licencias para la construcción, supondrían una inyección de oxígeno para el régimen socialista rampante en estos yermos, sembrados ya de cebada y melón, además de viñedo, en calidad de monocultivo y con los precios regulados por intermediarios, los famosos corredores que les mantenían en la pobreza y ante el riesgo de exclusión; tan cierto que, a finales de los ‘90’, en el momento de la narración, reaparecieron los flujos de emigración, al igual que ocurrió en los ‘60’. Se vivieron situaciones del tenor de aquel manchego, como él otros muchos, pero nos ceñimos a este buen paisano, que rechazó aquella escoba misérrima que le ofrecía el concejal de su pueblo y se marchó a Zaragoza donde fue contratado de barrendero con un futuro garantizado que incluía la jubilación, en su momento, en el empleo elegido. El socialismo se mantuvo durante otra década; todo aquél dinero que se obtuvo se dedicó a planes de empleo precarios que mantuvieron el voto cautivo. No se atendió a necesidades perentorias, tales como la renovación de las obsoletas redes de saneamiento y de distribución de agua potable, a fin de no detraer fondos de los planes de empleo que se resumían en votos. Esta política de precarización del empleo y dependencia de varios miles de familias de la caridad laboral municipal, iba acompañada de un abandono de la Educación, con profesorado de nivel ínfimo, cuyos contratos de interinaje, que constituían la mayoría de ellos, dependían de la Junta de Comunidades, siempre bien dispuesta a atender la llamada de uno de sus alcaldes y actuar en consecuencia, destinando a otra provincia al educador responsable y critico o proceder a la no renovación de su contrato. 

La Sanidad, al igual que la Educación, estaba infiltrada por socialistas y ugetistas, cómplices del sistema político, y los críticos no tenían cabida. En el hospital comarcal, al que pertenecía La Encomienda al formar parte de su área de influencia, el saqueo era inmisericorde; no solo de productos de farmacopea y todo tipo de pañales, gasas y otros apósitos, sino de los alimentos destinados a los enfermos, a los que se atendía a base de la sopa boba maloliente, y paquetes de galletas revenidas de procedencia desconocida; con motivo de una inspección policial que tenía que ver con robos con fuerza en casillas del campo, se descubrieron cientos de litros de aceite de la calidad superior, así como congeladores repletos de carne y pescado, en algunas propiedades de militantes socialistas que trabajaban en el citado hospital. La policía recibió instrucciones claras de obviar dichos hallazgos, al no ser objeto de la investigación. Volvíamos de golpe al estraperlo de productos procedentes de hurto a una gran escala, a las puertas del cambio de siglo. Castilla La Mancha semejaba aquella Italia de los años ‘60’ con cientos de regidores comunistas colaboradores estrechos de la Cosa Nostra. A lo que hay que añadir unas plantillas sobredimensionadas, que llamaban la atención de los propios pacientes; agradecidos por esta versión del tócame Roque sanitario al poder acudir a las farmacias con grandes bolsas, que, repletas de carísimos medicamentos, servirían para repartir salud entre familiares y amigos que tuvieran limitado el acceso a los mismos. 

Toda esta corrupción, a modo de grande bolsa de pus, terminaría explotando y salpicando a la sociedad española en su conjunto; llama la atención que todavía faltaban años, once años para que los castellano-manchegos expulsaran del poder a los socialistas, a los del ‘socialismo en el miedo’, a los del clientelismo, el voto cautivo, la extorsión, amen de la censura de prensa, y el ‘agip prop’ continuado. 

Cualquier escritor, no importa su caché, podría denunciar las docenas de correos electrónicos que recibe diariamente de múltiples oficinas de prensa del PSOE, bataneando, machacando, para entendernos todos, con su cansina propaganda a modo de aquella gota malaya que termina perforando convicciones; no digamos los diarios de provincias, ávidos de gastar tinta en sus planas y así justificar el elevado precio de sus subproductos, vacíos de contenido y también de publicidad, lo cual les aboca al cierre ya, y no precisamente por culpa de Internet, sino por ausencia de compromiso con la verdad y por ende con sus lectores, que han decidido evitar el quiosco, a no ser que el niño les pida los chuches. La lluvia de propaganda de los socialistas arranca el día primero de la legislatura y permanece, cual sirimiri que termina calando hasta los huesos, hasta el preciso final de la misma, independientemente de que se encuentren al frente del gobierno o bien en la oposición; esa invasión de información política absolutamente falaz, ha propiciado el alejamiento de la ciudadanía de la lectura de las noticias concernientes a la res pública, al desconfiar acerca de su veracidad, y quedar en manos de noticiarios televisivos que comprimen toda la información hasta hacerla ininteligible; a dicha compresión, que llega a resultar una suerte de encriptación, hay que añadir la velocidad que imprimen al lenguaje las guapas presentadoras, que ocultan con su belleza y los arreglos de vestuario de última moda, la noticias propiamente dichas, quedando el espectador con simples titulares engarzados unos con otros en derredor de su mente, sin solución de continuidad. 

En resumidas cuentas, estamos hablando de desinformación que, unida a la grande ignorancia consuetudinaria que concierne a la mayoría de los habitantes de estas comunidades sureñas; consigue manipular los votos de los ciudadanos-vecinos, que siguen acudiendo en tropel a las urnas por considerar el derecho al voto un acto social que deberá ser visualizado por el resto de vecinos de la comunidad. Ítem más; miembros de las mesas petitorias del voto, así como los interventores de los diferentes partidos, se encargarán de denunciar en despachos, locales y sedes de partidos, y hasta en el propio bar, quienes son, con nombre y apellidos, los que no han ido a votar, y se permitirán opinar sobre el voto depositado por según quién. La simple sospecha de que podían darse estas circunstancias, unida al miedo atávico al poder, hacía que comerciantes, los pequeños empresarios y los autónomos, que formaban parte de la urdimbre sociopolítica tejida por el PSOE en estas comunidades de atraso, ejercieran su derecho al voto manipulado, el cual, unido al voto cautivado, permitía a los socialistas mantener estas mayorías absolutas, cercanos ya al siglo XXI. Estos vecinos abstencionistas recibirán la correspondiente sanción social y política, que se verá sustanciada en negativas a determinadas solicitudes, que el poder municipal determinará, así como presiones negativas hacia el entorno de quien dio en abstenerse. Se constata que acuden a votar las tres cuartas partes de los individuos censados, algo que no tiene parangón en países occidentales, cuyas sociedades consideran suficiente el ejercicio del voto por parte de la mitad de la población; en los EEUU no llega a la mitad y no por ello se tambalea su bien asentada democracia y el respeto por las reglas de juego de la misma. 

Esta intoxicación de política inyectada en vena es causa de que los partidos se vean abocados a enormes gastos de financiación, y una de las razones, bien reconocidas a finales de los ‘90’, de corrupción económica. Asistimos ya a un diseño de corrupción sofisticada que trae bajo el brazo la cúpula del PP, negociado en el que ha puesto todo su empeño desde que accedió al poder el pasado año de 1996 y que pondrá en marcha en cuanto obtenga la mayoría absoluta del Parlamento de la Nación, lo que acontecerá justo en 2000. 

En Europa llama la atención que España se resista a promulgar legislación referida a Patrocinio y Mecenazgo y ya anuncia directrices al respecto; en nuestro país se sigue mareando esa perdiz por razones de interés político partidario. Los líderes del PP y del PSOE rechazan leyes sobre cualquier tipo de apoyo a actividades lúdicas, deportivas y culturales que no provengan de ellos mismos. Entienden, con muy buen criterio, que sin la condición clientelar el ciudadano se libera de ataduras y compromisos respecto del partido gobernante; al ser las compañías quienes financiarían la cultura, el deporte y el ocio, desligando a todo tipo de asociaciones del poder municipal y autonómico, desde la Orquesta Sinfónica de Castilla La Mancha hasta el ultimo concurso de Encaje de Bolillos del pueblo más recóndito. El partido gobernante quedaría sin apoyos comprados y relegado a la función política, es decir a la gestión de asuntos públicos de ámbito municipal, provincial y regional o autonómico. 

En 1998 se reguló el Patrocinio, bien que de forma indirecta, a través de la ‘Ley General de Publicidad’, al ser ésta la primera ley que menta el patrocinio y lo refiere a la cultura, el deporte e incluso hace mención a la ecología y al medio ambiente. Y llega a definir el Patrocinio: “El contrato de patrocinio es aquel por el que el patrocinado, a cambio de una ayuda económica para la realización de una actividad deportiva, benéfica, cultural, científica o de otra índole, se compromete a colaborar en la publicidad del patrocinador”. Contra esto poco pudieron hacer los políticos, al concernir a una ley sectorial referida al ámbito de la publicidad, de enorme trascendencia para el empresariado. 

En relación al Mecenazgo habría que esperar cuatro años, al año 2002, para que, no solo de manera indirecta, sino confusa, pudiéramos referirnos al mismo. La denominada ‘Ley de Mecenazgo’ que no ha entrado en vigor por deslavazada; que sepamos solo Navarra, y habría que esperar al año 2014, habría decidido legislar al respecto, y ello tomando como ejemplo la legislación francesa, no la española, por incipiente y mal regulada, todo ello debido a la férrea oposición de los dos grandes partidos. Tanto el mecenazgo como el patrocinio llevan pareja las más que interesantes exenciones fiscales correspondientes, éstas van desde el 40% en el caso de los particulares, hasta el 60% e incluso hasta el 80% si se trata de empresas; otro intento que resultaría vano tendrá lugar en 2015. 

Resumiendo: El patrocinio encaja con eventos deportivos y lúdicos y el pescador subsidiado por el Consistorio de La Encomienda con el dinero de los vecinos, llevaría en la espalda un rótulo de la Coca-Cola, que sería quien le pagara el goce y disfrute de secuestrar carpas; y el mecenazgo se encuadra en actividades relacionadas con la cultura; y las orquestinas y bandas de música plantarían en los escenarios soportes que identificaran a quienes ejercían la función de mecenas, que no les exigirían el voto, además de aliviar las arcas municipales, provinciales y autonómicas, que podrían dedicar esos recursos a la promoción económica, y en el supuesto de que no sean capaces de atraer a las empresas, o no estén interesados en ello, servirían para bajar impuestos, tasas y precios públicos de vecinos y ciudadanos de la región, además de aliviar el bolsillo de los ciudadanos de otras comunidades que vienen obligados a participar en la solidaridad interterritorial, un cajón de sastre en el que cabe toda suerte de desmanes por empleo inadecuado e irregular de dichos fondos. 

La estructura y organización de una Asociación es de naturaleza democrática; las decisiones que adopten corresponden a los propios socios, no pueden ser intervenidas o manipuladas por los poderes públicos, a través de un arma tan poderosa como supone la financiación de las mismas, porque al final quien paga termina siendo el que manda y quien recibe el voto cautivo. Empleo de calidad, como el que supone colocar a familiares y amigos en los Ayuntamientos; empleo precario o política de las escobas, en definitiva reparto de la miseria; y la financiación directa del tejido asociacionista; y por añadidura la anuencia mostrada por sindicatos hermanos que se dicen de clase, intuimos que de clase alta, suponen realmente prácticas de nepotismo y amiguismo, que deben ser desterradas de la sociedad, al mismo tiempo que sus hacedores sean sancionados penalmente y a vivir en el oprobio en sus propios pueblos y ciudades. Se trata de poner en marcha el efecto demostración, que otros definen como ejemplarizante, lisa y llanamente hablando. 

En el complejo hostelero de “Zagala” se iniciaba la renovación de plantillas; criadas rumanas eran sustituidas por magrebíes, ya instalados en la comarca. Los rumanos iniciaban el camino de la diáspora y se dirigían a países como Alemania y Austria, donde eran aceptados para que sirvieran de muro de contención de turcos, armenios, kosovares y serbios, así como ucraínos, a quienes consideraban altamente peligrosos, y no les faltaba razón. El nuevo asentamiento en Castilla La Mancha y Extremadura venía conformado por magrebíes y sudamericanos pobres, nos referimos a ecuatorianos, peruanos y bolivianos, aquí motejados como panchitos, serviles y con la habilidad suficiente como para hacerse merecedores del apoyo y acogimiento de los párrocos, que huían del moro como del demonio. La mayoría de nuestros panchitos profesaban confesiones ajenas a la católica, rechazaban el madero, como ellos denominaban al Cristo, pero se acercaban a la Iglesia, incluso pedían ser recibidos en las sacristías, en su empeño de convertir las mismas en centros sociales. A los párrocos les venía bien esta nueva clientela.