Mirador de La Mancha (Villarrubia de los Ojos) |
En el resto de España, a mediados de la década de los ‘60’, la prédica de los sacerdotes comprometidos con la renovación atiende a otro tipo de realidades económicas y sociales y ya a finales de década la renovación deviene en profunda y afecta a la mitad del Clero español, que pasa a la acción y critica abiertamente al régimen y a la cruzada, o unión de Iglesia y Ejército durante la sublevación de 1936. En Cataluña y País Vasco llegan más lejos y alguna de sus organizaciones de base, principalmente la JOC, (Juventud Obrera Católica), y la HOAC, (Hermandad Obrera de Acción Católica), colaborarán activamente con el PCE, (Partido Comunista de España), que en aquel tiempo no era legal y sus miembros destacados eran reprimidos y encarcelados; también aumentan las críticas y condenas del Clero renovado hacia el régimen franquista, que llega a someter a sanciones pecuniarias y de orden penal a algunos clérigos, sobre todo a aquellos que osaban hacer autocrítica sobre el papel de la Iglesia en la Contienda Civil. Hoy que volvemos a hablar del Concordato, debemos recordar que, ya en 1973, hubo obispos españoles que exigieron la revisión del mismo, o lo que es lo mismo, solicitaban la renuncia a privilegios entre el Estado nacido de la sublevación fascista y la propia Iglesia Católica.
Regiones como Extremadura y Castilla La Mancha permanecían ajenas a cualquier atisbo de renovación; debemos hacer referencia a la provincia de Ciudad Real, cuna del integrismo real, ya que el oficial tenía su manifestación apoteósica en Toledo, allí la exaltación era magnífica, sobrepasaba todos los límites y nos retrotraía a la Iglesia de los Reyes Católicos, presentes siempre en la iconografía del Caudillo.
El proyecto del nuevo hostal de la familia Expósito quedaba en manos del hijo mayor; individuo sin ninguna clase de escrúpulos, perfecto ejemplar del hombre del Común de la Mancha y de temple arriero, que, a diferencia de éstos, los arrieros del Común, que llevaban los productos manchegos por los pueblos, algunos lejanos, donde procedían a su venta o trueque; Diego, como decimos, practicaba ese comercio sin moverse de la Encomienda. Achacado de cierta megalomanía, derivada de los impresionantes ingresos que generaba “Zagala”, limpios de polvo y paja, al desdeñar esta gente cualquier tipo de tributación, por nimia que fuese la misma, optó por diseñar el nuevo establecimiento con un cierto parecido a la Casa Blanca de los EEUU o al menos trataba de recordarla. Desde luego superaba de largo a “Zagala”, aunque no en cuanto a parcelas y naves colindantes, al tratarse de un terreno agrícola, a diferencia del yermo adquirido por el patriarca diez años antes; “Zagala II” tardó dos años en construirse, el régimen entraba en 1973 en estertor de muerte.
En Europa sonaban tambores de crisis; la crisis petrolera de 1973 vino a dar en tierra con el crecimiento y cambio social de Europa occidental y el turismo se resintió, aunque no afectó de forma importante a los negocios de “Zagala”, bien al contrario, la crisis revalorizó no solo el petróleo, un bien tan preciado, sino que lo hizo en paralelo el patrimonio de los Expósito, naves y parcelas pasaban a valer tres y cuatro veces más que dos años antes, también se benefició el nuevo hotel, terminado antes de la aparición de la primera crisis petrolera conocida.
Los españoles sufrimos, resulta obvio, la subida de los derivados de los hidrocarburos, pero al no estar industrializados, como el resto de países europeos, las consecuencias en nuestro país fueron de menor entidad; además se ha de tener en cuenta, como pudo comprobar Demetrio y su familia, que el español prescindía de otras comodidades antes de dejar el coche encerrado, tal era la ilusión, diríamos ansia, por participar de los beneficios de una sociedad próspera, en la medida en que España comenzaba a serlo, y el automóvil era el digno exponente de aquella prosperidad que asomaba, a pesar de la crisis petrolífera que llevó al aumento exponencial de los precios de los carburantes por parte de los países productores, principalmente los árabes. Casi todo el mundo asociaba las siglas de la OPEP, Organización de Países Exportadores de Petróleo, a la subida de la gasolina de su coche y aumentó la animadversión hacia los árabes, que dirigían la Asociación OPEP en mayoría, respecto de los americanos y centroamericanos.