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Ayuntamiento de Bolaños |
En los hostales de los Expósito se decidieron por los inmigrantes del norte de África; llegaban depauperados, desastrados en el vestir y mínimas condiciones higiénicas; su desconocimiento del idioma español era absoluto y el rechazo a nuestro estilo de vida y costumbres total, lo cual no era óbice para que disfrutaran de cuanto nuestra denostada sociedad les ofrecía. A los dueños de “Zagala” les resultaba indiferente cualquier tipo de consideración al respecto. Ellos mantenían una explotación laboral rayana en el esclavismo, y para que perdurara en el tiempo, ya llevaban así cinco décadas y, salvo el criminal Eulogio, ninguno de ellos había conocido la prisión, ni tan siquiera sanciones pecuniarias. Para que perdurara este sistema, decimos, era necesario proceder a la renovación del personal, y la inmigración resultaba ser una fuente inagotable de empleo benéfico, definido así porque ellos creían hacer un gran favor a aquellos desgraciados al darles comida y alojamiento, a cambio de jornadas laborales que superaban las doce horas diarias, su dedicación era total, ya que podían ser llamados a cualquier hora del día o de la noche, en función de las necesidades del servicio. Continuarán sin cursar alta en la Seguridad Social, utilizando el mismo sistema que con los rumanos; el antes y después de la obtención de la tarjeta de residencia, que les permitía un año, como mínimo, de estipendios mínimos o inexistentes; como en los años ’50’ hablaríamos de peculio, que no de salario. En el complejo estaban descontentos con el personal rumano, y desconfiados de ellos, lo cual suponía un plus de vigilancia; robaban alimentos y bebidas con la complicidad de los jóvenes cachorros, que se veían recompensados, con magreos y besos robados, por aquellas hembras que no se depilaban ni el bigote. Entre estos cinco nietos de Rita, tres varones y dos hembras, destacaba por su ambición y codicia el hijo mayor de Emilio, era el que conseguía atraer a las rumanas aquellas a una de las habitaciones del viejo “Zagala” que no se destinaba al servicio de los viajeros por las deplorables condiciones en que se encontraba el cuarto de baño; éste las hacía suyas, por atreverse a distraer sumas de dinero de ambas cajas, la del comedor y la de la cafetería, si es que se podía llamar así al tugurio. Teodoro había enfermado seriamente y el descontrol era patente, los hermanos disfrutaban de vacaciones dos veces al año en el Levante español, en Villajoyosa; era donde habían comprado varios apartamentos antes de fallecer el patriarca, además habían vendido ya las propiedades de Almería y Málaga, por necesidades de liquidez.