sábado, 15 de junio de 2019

La "integración territorial" en España está en manos de Mercadona

MLFA 
Residente en: Euskadi (18) – Catalunya (18) – CLM (13) – Madrid (3) – Andalucía (4) – Recorriendo el mundo (15) = 71 años 


En España se ha producido una ‘desafección territorial’ que no tiene nada que ver con la ‘desintegración territorial’ de la que hablan los ‘neopacos’; la primera es mucho más preocupante que la llamada ‘desintegración’. Resulta curioso constatar que el nivel de acogimiento al forastero, en Euskadi y Catalunya, es muy superior al del resto de Comunidades Autónomas. Resulta muy complicado ‘moverse’ a través del territorio; la famosa ‘movilidad’ de la que vienen hablando los gurús de la economía, como panacea para la mejora de la competitividad empresarial y el aumento del empleo. Mantengo esto porque la desintegración se frenaría del tirón reformando el título VIII de la Constitución y reduciendo el nivel competencial de las CCAA, que pasarían a denominarse ‘regiones’, igual que en Francia, ello en aras a una ‘descentralización’ puramente administrativa, que no política. Adolfo Suárez (descanse en paz) no era el ‘Tahúr del Missisipi’ (que siempre gana), más bien, era el típico incompetente ‘enchufado’ que no querría contratar ningún empresario, el incapaz de tortilla francesa y cigarrillos ‘ducados’, el falangista de provincias falto de preparación para semejante empeño político; claro que Juan Carlos I los quería así de cortos, como los celtas ‘cortos’ tan vomitivos del tardo franquismo. Los ducados (de duque) le fueron otorgados por los servicios (desastrosos) prestados. El ‘café para todos’ era pura malta enmohecida, la diarrea ya es ‘colitis crónica’. Hoy es público y notorio que el monarca no sirvió a España; se sirvió de ella, algo bien diferente, y - curiosamente - hemos 'heredado' a los hijos de Juan Carlos y de Adolfo Suárez, dos eminencias grises.

El sentimiento tribal, atávico en los españoles, supone falta de acogida y exclusión del foráneo 

Hasta tal punto es esto cierto que los habitantes de las diferentes CCAA se pasan el tiempo forzando cualidades (diría que características) y buscando señas de identidad inexistentes o caducas; en Andalucía han superado todos los límites de convivencia, y sus absurdas ‘representaciones’ forman parte del acerbo ciudadano, pueblerino y cateto, sólo superado por sus homólogas de los años ‘50’, con el Caudillo y sus gobernadores civiles a la cabeza. Sus ‘excesos’ en Semana Santa y durante todo el año; lo de Almonte y el Rocío; la tauromaquia hasta la saciedad; su Legión y tabores de Regulares ‘empedrados’ entre maderos (de cruz) y tantas vírgenes lacrimosas; son rechazados por el resto de españoles, no por lo que significan esas ‘representaciones’ respetables, sino por su ‘demasía’, que vengo definiendo como sacralización de la idiocia colectiva. Toda una pauperización cultural, bien diseñada por la ‘banda de la tortilla’, que ha mantenido en el poder a los nacionalsocialistas (recuerden siempre el careto del Guerra) y en la ruina social y económica a la mayoría de los andaluces. 

Este acto se califica como ¡Asalto a la reja! pero nunca interviene la Fiscalía

En el resto de CCAA ocurre lo mismo, con menor intensidad; si bien es cierto que CLM y Extremadura son más del corte ‘intenso’ de Andalucía. Pero vayamos de viaje por la España de las CCAA tóxicas, que conducen a la quiebra del sistema público de pensiones en particular y del Estado del Bienestar en general. 

Más preocupante es la desafección del resto de españoles: ¡Forasteros de los cojones! 


Llegas a una tienda del pueblo y pides unos paños de cocina; la respuesta es inmediata: ¡Usted no es de aquí! ¿No? ¡Habla usted de otra forma, no sé! ¿De Madrid, digo? y el cabrón sigue sin presentar los paños, mosqueado porque no le das satisfacción a su interrogatorio. Su mirada empieza a preocuparte, resulta desagradable, poco acogedora. España (cada CCAA) recuerda a las películas del Oeste, aquellas donde se visionaba el recelo y el rechazo hacia los forasteros. Anécdotas aparte; los españoles se han recluido en ‘sus’ pueblos y ciudades  y CCAA y no sólo rechazan al foráneo sino que le impiden trabajar; hay ayuntamientos que promueven ordenanzas (extra legge) que impiden a ‘los de fuera’ participar en bolsas de empleo, y presionan a sus empresarios para que sigan esa teoría de que ‘los de aquí’ son quienes merecen los empleos, aunque no estén cualificados. Existe rechazo laboral y social, con total ausencia de acogimiento al forastero, gentes de las que se sospecha. ¿A qué habrán venido al pueblo?

Los castellanos visitan los 'outlets' de Madrid el día de fiesta de su comunidad (bien vestidos)


Vuelven los 'fielatos' (fronteras de pago de aranceles) entre comarcas; las peleas a pedradas con los chavales del pueblo vecino; el envío de 'delincuentes' a otras provincias previo pago del billete de tren o autobús; aunque se ha puesto de moda el pago de esos billetes a 'inmigrantes' (por parte de policías municipales a instancias del alcalde). La España 'rota' se ha impuesto a la España 'roja'. Buscan denodadamente un sentido de pertenencia, actualmente a su Comunidad Autónoma, antes a su pueblo; en ambos casos les sobreviene la frustración, y es que son - simplemente - españoles (de Goya, claro).

Se han creado ‘Reinos de Taifas’ ad maiorem gloriam de políticos-basura (carísimos)

"El forastero"

En las administraciones regionales – también en las diputaciones – ocurre lo propio: prioridad para los de casa; empleo, sanidad, educación, también se boicotea al extraño (que es de Alicante, un suponer) en el ámbito social. Se redescubren dialectos de primates (Asturias, Cantabria); jerigonzas y parlas de aldeanos (Murcia, Alicante, Islas Canarias); se fuerzan ‘acentos’ y mutilaciones de fonemas, con eliminación de consonantes (barbarismos), como en Andalucía y CLM, o el bellotero extremeño de la dehesa. ¡Muera la Curtura! que diría el Guerra. 

El ‘poder’ político de las CCAA les confiere ‘identidad’ en vena y pobreza

Palacio de la Junta de Extremadura; le llaman "El Elíseo", ahí se gestiona el cultivo de la bellota para porcino.
¿Nos pueden explicar por qué no se gestiona desde un corral o piara?

El problema radica en que no tienen identidad propia, que no sea la española, lo cual es un honor (o debería serlo) para castellanos, extremeños, andaluces, murcianos (y gentes de mal vivir, que se dice), riojanos, cantabrones, astures, galaicos y varios millones de madrileños. Volvemos al Cantón de Cartagena y a la República de Membrilla. España está fragmentada y, diría yo, asustada; las familias decentes, que son multitud, son conscientes de que han mordido la mano que les daba de comer y saben que España – sin Catalunya y Euskal Herría, dos naciones prósperas – ha entrado en barrena y va directa al precipicio, eso sí, envuelta en la ‘rojigualda’ de la banda del ¡A por ellos! creo que he olvidado a los canarios, indios a quienes no hay por donde tomar, que perseveran en el odio al ‘godo’, que es quien les mantiene, junto con daneses, alemanes y hasta suizos. 

El déficit (real) de la Seguridad Social alcanza los 100.000 millones de euros 

25.000 camiones (chóferes rumanos y búlgaros) llevando pepinos al norte de Europa ¡Materia prima valiosa!

Quizás consideran que los vinos de baja calidad y menor valor añadido; los pepinillos y resto de frutas y verduras; el turismo de alpargata; y el mayor consumo, basado en el crédito inmediato (con intereses desorbitados); mantendrán las pensiones públicas y resto de prestaciones sociales. 

Mientras esperan la debacle se sienten orgullosos de pertenecer a su puta CCAA 

PS – El único elemento capaz de cohesionar el país es ‘MERCADONA’, empresa valenciana de nombre catalán. Las Comunidades Autónomas son incapaces, más bien al contrario. ¡Seguro!

También se ha de sembrar después de una mala cosecha