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'Cuaderno de Bitácora'
'Cuaderno de Bitácora'
El petrolero "Seavoyager" terminando la carga en el puerto iraní de Bandar Abbas en plena guerra. |
Tenía que embarcar en Bandar Abbas para relevar al Primer Oficial M. Souto, herido en el incendio del superpetrolero MSC (indico sólo el nombre del armador, fue hundido al año siguiente en aproaches de la Isla de Kharg) al arrojarse al mar con otros cuatro tripulantes que fallecieron ahogados. El buque había recibido el impacto en cubierta de un misil Exocet (sin carga) disparado por los ‘irakos’. Fue en febrero de 1986 y todavía recuerdo el precio de aquellos misiles del ‘Gran Satán’, apodo que le pusieron los mismos ‘iranos’ al dictador Saddam Hussein y que años después fue utilizado por los americanos en la primera Guerra del Golfo. El MSC enarbolaba pabellón liberiano y la tripulación estaba compuesta por alemanes, españoles y asiáticos, la mayor parte procedían de Filipinas y dejaban mucho que desear como profesionales. Actualmente ya han sido relevados por vietnamitas, camboyanos e indonesios.
El “Exocet” sin carga costaba 20 millones de pesetas, con carga 40 millones
El proveedor era Francia (la dama del armamento a nivel mundial) y la mayoría de los misiles llegaban sin carga explosiva; la fricción del cohete con el casco del petrolero era suficiente para provocar grandes deflagraciones; fue uno de estos, como ya he dicho, el que impactó con el ‘MSC’.
El petrolero español "Barcelona" hundido por dos 'Mirages' iraquíes en 1988. Total: 11 fallecidos. |
Volvamos a la revista “Interviu”, que es nuestra protagonista. Mi viaje: Madrid-Teherán vía Londres resultó interrumpido en Londres; la situación era complicada, tanto para los vuelos con destino a Irán como para los que se dirigían a Irak, y tuve tiempo de sobra para hacer ‘Shopping’ en el fabuloso aeropuerto de Heathrow; curiosamente, me topé con unas pechugas increíbles (ya no recuerdo de quién eran) en las brillantes portadas de una serie de ejemplares de la revista de Antonio Asensio expuestos en una de las librerías. Tan satisfecho (irresponsablemente) por mi compra-descubrimiento que olvidé las normas que regían en el país del Ayatolá Jomeini.
En el aeropuerto de Teherán descubrieron el “Interviu” (ya la había leído pero había más españoles a bordo), que, para los guardianes de la Revolución, era peor que la pornografía. Me encerraron en un calabozo sucio y maloliente; allí permanecí once horas, hasta que llegó el consignatario de MSC con los papeles que demostraban que el petrolero al que iba destinado estaba fletado por el Gobierno iraní. Me soltaron sin más explicaciones; entonces pensé que debían andar mal de mercenarios, también de tetas europeas ya que se quedaron con la revista (no la quemaron mientras yo estuve detenido, al ser la prueba del delito). El consignatario (también) me consideraba un delincuente y ordenó que me acompañara un tipo de su oficina hasta el puerto de Bandar Abbas, viaje larguísimo en un microbus-taxi sin aire acondicionado.
La revista no llegó a Jomeini, ya era muy mayor el monseñor aquél