MLFA
A lo largo de estos últimos cinco años me he acostumbrado a vivir rodeado de automóviles de alta gama – de entre 70.000 y 100.000 euros – propiedad de individuos jóvenes y de algunos, los menos, que ya peinan canas; todos ellos residentes en pisos de mala muerte, dotados de un cuarto de baño y comedor-sala de estar y, cocinas repletas de electrodomésticos de ínfima calidad. Pongamos que hablo de mis conocidos del ‘narco’, de trabajadores portuarios, y de ‘economía sumergida’ a lo bestia. Llama poderosamente la atención que sus coches resulten más ‘acogedores’ que sus propias viviendas. Es un indicador de que nuestra sociedad está enferma; a nadie se le escapa que estos tres segmentos que menciono son la punta de un iceberg en el que – además de estar ‘sumergida’ la economía – también hay una espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas: ignorancia consuetudinaria que linda con el analfabetismo funcional; corrupción de políticos y grandes empresarios, incluidos grandes bancos; la socialización de la mujer en su aspecto más negativo, que la convierte en personaje ambicioso e interesado, preñada (nunca mejor dicho) de un egoísmo desmesurado, negación absoluta de la función de ‘compañera’ (en términos de igualdad, por supuesto); y la falta de proyecto de vida de sus escasos vástagos.
Es la herencia del ‘felipismo’, se constata que no volvió a crecer la hierba de la cultura