MLFA, autor
Palacio de Fuensalida en Toledo; sede 'palaciega' de los gobiernos 'felipistas' durante décadas: así le va a CLM y sus habitantes emigran a otras CCAA.
Siendo las víctimas, curiosamente, miembros de las fuerzas armadas y políticos de segundo nivel por contraposición a los magnicidios de épocas históricas; nada nuevo bajo el sol, que nos dirían los clásicos. No traemos a colación el fenómeno especial del terrorismo etarra por requerir de un análisis más profundo y no corresponder a una novela como la nuestra, centrada en la región castellana del Sur, y en los pueblos de la planicie de la Mancha, especialmente castigados, tanto por el franquismo como por el nacionalsocialismo que vino en sucederle por estos páramos desindustrializados y dejados de la mano de Dios hasta nuestros días.
La Encomienda pertenece a La Mancha, aunque esta denominación no esté reconocida hoy en día como tal y se utilice la expresión manchego de forma incorrecta, administrativamente, al desgajarlo del término castellano-manchego. Su pobre economía, agrícola en origen y de transformados más tarde, se vio reforzada con la construcción de un área industrial donde se posicionaron industrias contaminantes, aprovechando su posición de encrucijada de caminos, y la situación de olvido, o cuando menos de indiferencia, de la Administración hacia estos predios rústicos, aunque debidamente asfaltados. Es de agradecer a los últimos prebostes franquistas su interés por el desarrollo de industrias que favorecieran el progreso del pueblo, aunque hemos de reconocer que se trató de fuegos fatuos, ya que, en plena industrialización del resto de regiones y comarcas, esta extensión manchega, no ha prosperado, más bien ha sufrido un retroceso que le obliga a sobrevivir de las aportaciones del Estado español en su conjunto. La agenda política vinculada a la oportunidad del momento es signo de improvisación que no nos conduce a un futuro de progreso y desarrollo estables. Aquí, en vez de referirnos a la arena política en cuanto al interés común hace referencia, se prefiere hablar de albero, que también significa retroceso y confrontación, para nada progreso y modernidad.
El complejo hostelero de “Zagala” es el paradigma de lo anteriormente descrito; de recalada ya en los modernos ‘80’, esta familia de potentados seguía sin cursar altas correspondientes en el régimen de Seguridad Social, ignorando todo tipo y modelo de acuerdo o convenio colectivo, como era de ley, con horarios de trabajo propios de país tercermundista y condiciones de tipo esclavista por paternalista. Hablaban de tarea común, incluso arengaban; pero los beneficios cuantiosos se destinaban, en su totalidad, a la familia; afortunado el empleado que metía mano en la caja y gozoso el que se solazaba con alguna de las empleadas. Demetrio creyó entrever el problema, sin ceder un ápice de sus planteamientos de codicia, y decidió invitar a alguno de los empleados a visitar el campo de fútbol del Real Madrid, conducidos por Teodoro, el marido de la Isidra, en el flamante Pontiac de más de 300 Hp (caballos), con todos los gastos pagados por el prócer; nunca se utilizaba la expresión empresa, entre otras muchas razones, porque el complejo de los Expósito no podía considerarse como tal. Incluso llegó a organizar viajes para sus empleados a la famosa plaza de toros de Las Ventas, en los cuales era Diego el encargado de introducir a la pareja de camareros vestidos de domingo en el arte de la Tauromaquia, a pesar de que Cossío le sonaba al hombre a botones o remiendos de costurera, y que lo suyo eran los chistes soeces no la docencia.
En 1978 ya teníamos Constitución, flamante Carta Magna, refrendada por los españoles, y quedaba expedito el paso hacia el nuevo Estado de las Autonomías, que aparece en el título VIII de la misma, referido a la Organización Territorial del Estado, y que fue la puerta medio o entreabierta por la que se colaron los nacionalismos, sin fijarse en que detrás de ellos cum impedimentaque venían en procesión el resto de las Comunidades Autónomas, a las que los propios nacional-separatistas facilitaron el tránsito hacia competencias autonómicas jamás soñadas por el resto de las regiones. El famoso café para todos de Adolfo Suárez recuerda aquel dicho popular de: ‘O nos calentamos todos o le doy una patada al brasero’, con la gran diferencia de que se trataba de una enorme hoguera, en parte de vanidades, no de un brasero.
Cantabria, La Rioja, Murcia, ambas Castillas, ya podían alcanzar cotas de autogobierno como Cataluña; ahí es nada, y gracias a las briosas reivindicaciones, como iremos viendo, de estos nacionalistas pata negra, hoy reconvertidos en separatistas de alta cuna y baja cama, que diría la simpar Cecilia, fallecida en estos lares como consecuencia del choque con un tractor y su remolque con deficiente señalización. Ahí estaba Castilla La Mancha dispuesta a asumir las mismas competencias que Cataluña, aunque no dispusiera de caudales para mantenerlas.
¡El Señor proveerá! pontificaban los curas lerdos desde sus bajo púlpitos o sitiales de escalón, ya reconvertidos al autonomismo, al cual como Iglesia estaban acostumbrados, por su división en Diócesis, algunas de ellas, como la de Ciudad Real, más pobres que, por ejemplo, la de Barcelona, pero igual de autónomas ambas. Castilla La Mancha se sube al carro de quienes demandaban les fueran transferidas competencias al por mayor y exigían el trato que les correspondía (decían ellos) como comunidad histórica, ya que no se decidían a definirse como nacionalidad, siquiera por vergüenza ajena.
El clero de Castilla La Mancha veía en la Autonomía algo parecido a un concordato político, que, al igual que el religioso, estaría repleto de ventajas; los cargos políticos, así como en el clero los religiosos, serían elegidos por los propios ciudadanos castellano-manchegos, pero todas las facturas y los salarios de los políticos correrían a cargo del Estado, como era el caso del clero, que elegía a sus representantes desde los obispos hasta el último de los vicarios de un pueblo, pero los costes corrían por cuenta del Gobierno de España. Venían a igualar su Concordato al Estatuto de Autonomía por el que se regiría la región, denominada Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha. Es decir, un pacto Estado-Región en el que el poder político y administrativo lo detentaría la región y el pagano sería el Estado.
Los ciudadanos de la región eran reticentes al rollo este de la Autonomía, se encontraban a gusto perteneciendo a un estado centralista y jacobino, en el que todo era de todos, incluidos los servicios básicos, como la educación, sanidad y seguridad compartidas, como hasta ahora, ello a pesar de ser espoleados por este clero integrista, devenido en autonomista; y unos politicastros, de la casa, ansiosos por obtener cotas de poder político en su propia región. Hay que esperar al año 1982, al triunfo absoluto de Felipe González y su nuevo PSOE, para que el Estado de las Autonomías comience su despegue y despliegue definitivos.
La dicotomía autonomía-centralismo era el tema central de conversación en la “Zagala”, como en el resto de los bares y comedores, no digamos ya en los cenáculos políticos y medios de comunicación, hasta este momento totalmente despolitizados en Castilla La Mancha y en otras zonas de la denominada España profunda, cuyas gentes no habían percibido cambios en sus vidas, a pesar de la promulgación de la Magna Carta en 1978, eso que ya estaban de lleno en la década de los ‘80’, calificada como década prodigiosa; del golpe de Tejero (1981) no se dieron otras explicaciones que las que convenían, por que no se viera afectada la figura del monarca, que era un recién llegado (1975) al trono del Reino de España. Y la victoria de los socialistas, con 202 de los 350 diputados del Congreso de los Diputados, era inapelable, como los miles de castellano-manchegos afiliándose en masa al partido ganador, en plan adhesión inquebrantable; todos ello habían sido franquistas contumaces, la inmensa mayoría procedían de Falange Española de las JONS y eso se sabía en los pueblos de Castilla.
En “Zagala” las preocupaciones eran otras; comenzaba el desdoblamiento de la carretera de Andalucía, la Nacional IV del plan REDIA, puesto en marcha durante el franquismo, como uno de los Planes de Desarrollo; el ‘Plan de Mejora de la Red Especial de Itinerarios Asfálticos’, que se llevó a cabo entre finales de la década de los ‘60’ y principios de los años ‘70’. Esas carreteras de doble sentido de marcha, que desde Madrid llegaban al País Vasco, Cataluña, Valencia, Andalucía, Extremadura y Galicia, iban a ser desdobladas, al no disponer el Gobierno de fondos suficientes para construir autopistas; que se dejaban en manos de la iniciativa privada y serían consideradas de peaje, como alguno de los puentes que cruzaban grandes ríos del país o atravesaban fronteras con España y Portugal.
El nuevo presidente del Gobierno socialista Felipe González nos vendió su primer tocomocho con la construcción del ferrocarril AVE (Alta Velocidad Española) entre Madrid y Sevilla, ciudad natal del propio presidente; se trataba de una obra de ingeniería de gran magnitud, y no venía justificada salvo por intereses políticos, se trataba de un guiño del líder del PSOE a la España profunda, un regalo a Castilla La Mancha y Andalucía; que era el viaje a ninguna parte, una obras de relumbrón que adornaba lo que ya se anunciaba como el nuevo régimen, que, de hecho, lo fue y sigue siendo en ambas regiones, socialista, que llegó para quedarse, como el anterior. Extremadura y Castilla La Mancha (menos 4 años) han sido gobernadas por el PSOE.
Ambas grandes obras, necesaria una y de dudosa rentabilidad la del tren de alta velocidad, que resultó ser el embrión de la corrupción política en España, con franceses y alemanes poniendo maletines cargados de dinero en la mesa de dirigentes socialistas y empresarios amigos, con el objeto de vender al gobierno de González su tecnología ferroviaria; suponían una reducción de viajes por carretera en el caso del AVE, que empleaba tres horas en el trayecto de Madrid a la capital hispalense; y una mayor rapidez de los vehículos a través de aquellos sucedáneos de autopista, que contaban con dos carriles por sentido de marcha y una mediana continua que impedía el cambio de dirección, además de desanimar al conductor a parar como antaño, con comida y copa de sol y sombra incluido, en los restaurantes de carretera. A salvo las paradas obligadas en la gasolinera para abastecerse de carburante; gasolineras reconvertidas en Áreas de Servicio, que ofrecían todo tipo de productos, incluidos alimentos y bebidas, al viajero que había parado a repostar y estirar las piernas.
Se comprobaba la bajada de las pernoctaciones; lo cual dificultaba cada día más aquellos encuentros amorosos entre Mercedes, la hija pequeña de Demetrio, y su atrevido y apuesto galán, agravada la situación por un nuevo idilio adulterino en la corte de los Expósito, necesitado de clandestinidad y usuario por tanto, de las habitaciones del hostal, que al no estar ocupadas como antaño, hacían más peligroso el tránsito por aquellos pasillos vacíos y silenciosos, sobre todo si tenemos en cuenta que la nueva hembra, en este caso adúltera, más que gemir gritaba cuando alcanzaba el orgasmo, gritos que el arriesgado Nemesio, ‘Neme’ para los compañeros, por no decir suicida, camarero y familiar de la nuera mayor de Demetrio, intentaba silenciar tapando la boca a aquella desgraciada, con lo que se perdía el momento cumbre. Hablaremos de esta relación ilícita más adelante, ya que resultó la más duradera, pero que trajo serias y gravísimas consecuencias para el fornicador, casado también, pero que era de aquellos que consideraban que resulta más sabroso el maíz en corral ajeno, a pesar de aquellos gritos de placer desmedido de aquella hembra, exuberante como una diosa, de nombre Alicia, que cuando practicaba la coyunda con el ‘Neme’ parecía estar en el país de las maravillas, a tenor de los gemidos y gritos de acompañamiento y alborozo sexual. El siniestro ‘chincheta’, que suponía un peligro añadido, acudía poco a la cafetería del hostal, y nunca en las horas que pudieran suponer un riesgo para los amantes clandestinos, además sospechaba que podían contaminar su café, ya de por sí de ínfima calidad, al haber caído en desgracia, por bacinear aquél momento de pánico del patriarca a la muerte del Caudillo.
El AVE Madrid-Sevilla, y el hecho de que la Nacional IV fuese de las primeras vías en ser desdobladas en plan autovía hizo sospechar a muchos españoles que se marcaba desde ya el territorio del socialismo felipista, que incluiría a tres grandes extensiones: Interior de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, que se convertirán en graneros de voto socialista, con el beneplácito de la derecha, como se podrá comprobar fehacientemente en años venideros.
En plena orgía socialista, el desasosiego de Demetrio, incapaz de analizar la nueva situación política española con ecuanimidad; Demetrio, el hombre que se caracterizaba por su capacidad de previsión y acierto, decidió enviar emisarios a Quintanilla, la responsabilidad recayó en el hijo menor, un botarate que ejercía de vago y asiduo visitante de los nuevos clubes de alterne que, igual que hongos en otoño, brotaban en la carretera nacional, a lo largo de las rectas de la planicie manchega, en unas condiciones de higiene deplorables y con el consiguiente riesgo de trasmisión de enfermedades venéreas; será en el siguiente año de 1983 cuando el mundo se desayunará con aquella portada del ‘Time’ USA, que anunciaría la aparición del SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), con su sigla en inglés AIDS. Con la excusa de visitar a los suegros de su padre, llevaba el encargo de visitar a una mujer, Quiteria, antigua amistad, quien había sido prevenida por teléfono, que, además de alegrarse de la visita y hacerles algún regalo a Emilio y María, les entregaría una carta con las novedades del pueblo, deberían alquilar un automóvil, dejando su flamante Citroen DS21 en el garaje del hostal, algo que debería extrañar a Emilio, pero no hizo mención alguna al respecto y alquiló un Mercedes en Ciudad Real, que le trajo un propio hasta “Zagala”.