miércoles, 9 de febrero de 2022

23 tripulantes 'custodiados' hasta el aeropuerto de Hamburgo (WG)

 MLFA - Kapitan und Krieger

Los viejos tinglados del puerto de Hamburgo que conocí (Speicherstadt) y la ciudad nueva (Hafencity) construida sobre los mismos. Foto Mario Chaparro.

Han pasado muchos años desde aquel episodio de 'Inmigración' del que les voy a hablar hoy; este es uno más de los diferentes artículos que publico sobre la inmigración en el siglo XX, en todos ellos he sido protagonista por razón de mi profesión como Marino Mercante. Reconozco que no cumplo los plazos fijados para la publicación de los mismos, ello debido a que el día 22 sufriré la penúltima revisión oftalmológica, tras un largo período de convalecencia que, gracias al Señor, comenzó en el momento justo en que dije adiós al macroproceso que me montaron las fuerzas vivas (hoy a punto de ser fuerzas 'encarceladas') de Ciudad Real, una ciudad que 'existe', como Teruel, aunque muchos miles de españoles no sepan situarla en el mapa. En ella 'conviven' e interaccionan de forma obscena, clérigos, abogados y jueces. "Siglo XX cambalache, problemático y febril, donde quien no llora no mama y el que no afana es un gil". (Carlos Gardel).

Uno de ellos, magistrado de carrera, vivía en Madrid; su juzgado estaba en Ciudad Real, adonde acudía... ¡Un día a la semana! Más exacto sería decir 'medio día' porque el togado volvía a comer a Madrid. ¡Viva el AVE!

Los embarques y desembarques se producen de forma grupal; contingentes de marinos de diferentes nacionalidades se desplazan entre continentes a la búsqueda de los buques a los que han sido asignados, o bien de vuelta a sus lugares de origen. Al frente del grupo un oficial de puente o de máquinas, o, en ausencia del oficial, un marinero responsable.

Esta es la gorra de los patrones mercantes de Hamburgo; son gente muy preparada y vocacional: remolcadores, gabarras y todo tipo de embarcaciones.

En aquella ocasión desembarcamos del carguero "Virgilia" un grupo de 23 tripulantes; al frente de los cuales se encontraba un jovencísimo servidor de ustedes. Era media mañana cuando llegó el microbús plateado que nos llevaría al aeropuerto, hacía mucho frío cuando desembarcamos con las maletas a rastras por el portalón y se sucedían las últimas despedidas. Del microbús se bajaron dos tipos trajeados, a uno de ellos lo conocía, era un empleado de la oficina del consignatario, el otro tenía pinta de 'matón' aunque no me preocupaba. Además, chapurreaba el alemán; mi padre dominaba esa lengua.

El oficinista nos invitó a subir al microbús, nuevo de trinca y con la calefacción a tope. Media hora de autopista y ya estábamos en el aeropuerto; preocupado por los hombres a mi cargo y sus equipajes me dirigí a los mostradores de facturación, el de la consignataria se me había adelantado y estaba presentando los billetes para obtener las tarjetas de embarque, que guardó en su maletín de piel. 

Le dije que tenía que chequear todas las tarjetas; me aseguró que se ocuparía de todo y agradecí su amabilidad; el vuelo saldría con retraso y organicé un desayuno comunitario (sin alcohol) para el equipo. A los bravos marinos no les gusta volar y me uní a la conversación general.

Los dos alemanes seguían allí como 'de apostadero', volví a darles las gracias pero no se movieron del sitio

Mosqueado y sin las tarjetas, llamé a 'Seguridad' del aeropuerto; cuando acudieron los dos primeros agentes los marineros se mostraron nerviosos y excitados, y algunos clientes de la cafetería empezaron a levantarse de las mesas y a hacer corro con nosotros: españoles, bien vestidos, limpios y sin signos que pudieran resultar algún tipo de amenaza hacia nadie.


Llegaron más agentes de seguridad, estos llamaron a la policía; en cuestión de minutos llegó un coche de la 'polizei'. Allí se aclaró todo; el 'matón' era un agente de inmigración de paisano, el oficinista un perfecto incompetente; y su misión consistía en no 'despegarse' de nosotros hasta que (todos y cada uno) hubiésemos embarcado.

Control efectivo de la inmigración irregular mal gestionado por un par de idiotas racistas; hoy se gestiona peor