domingo, 18 de noviembre de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (046)

Ayuntamiento de Almansa

Demetrio era consciente de que no haría carrera con aquel hijo, que había pasado a depender directamente de su hermano Diego, siguiendo instrucciones de los padres, colaborando indistintamente en ambos establecimientos. El viaje lo preparó la tía Edelmira, que al final se incorporó al mismo, con resquemor por parte de Demetrio, consciente de la intensidad, por no decir alto voltaje, del encuentro entre madre e hija, pero incapaz de negarse a la propuesta de aquella bendita mujer, tan honrada como su esposa Rita, pero, en su caso, inmaculada como su virgen preferida. Una vez obtenido el permiso del hermano, Edelmira se descolgó con la propuesta de una visita programada a las queridas monjas de la ‘Gota de Leche’ de Villanueva, aprovechando la capacidad del maletero del ‘Mercedes’ tan ostentoso que había alquilado su sobrino menor.

Diego propuso, al comprobar que el coche Mercedes portaba bola de arrastre, acoplarle uno de los numerosos remolques que hacían servicio con la furgoneta y el Land Rover de “Zagala” y cargarlo de alimentos no perecederos, como legumbres, arroces, harinas, conservas de todo tipo, aceites, quesos curados y vinos, lo que provocó el llanto agradecido pero desconsolado de su hermana, conocedora de primera mano de las necesidades del convento; Rita aportó tal cantidad de dulces envasados que en los días siguientes a la marcha, escaseaban en las barras de ambos hostales, que ofrecían a los viajeros pan con tomate a la catalana o bien pan con ajo y aceite de las tierras de Aragón y Navarra, y echaban la culpa a ‘Dulcesol’ y ‘La Bella Easo’, que eran los principales proveedores de dulces de los dos hostales “Zagala”. 

En el último momento, ayudada por una de las nietas, Rita consiguió una colección de fotos de la familia para sus padres; Isidra incluyó en la caja unos zarcillos de oro puro para Angelita y un reloj suizo con cadena de plata para el Antonio y en un sobre aparte dos pulseras de oro macizo para Quiteria y su hermana Rosario, que le hubiera gustado grabar con sus nombres, a lo que no dio tiempo. Al final, la expedición de espionaje de Demetrio se convertiría en un Plan Marshall ‘mini’, que resultaría todo un éxito del que se enorgullecería toda la familia.

La “Grandalla”, el restaurante de Tomasillo y Teofila, gozaba de un merecido prestigio; no solo por la calidad indudable de su cocina, sino por el buen trato dispensado a los viajeros. Se daba la circunstancia de que acudían al mismo directivos y empleados de empresas solventes instaladas en pueblos colindantes, sobre todo grandes bodegas, empresas de distribución y de comercialización de productos agrarios; hombres y mujeres que hacían entre doce y quince kilómetros para realizar su comida de mediodía en el restaurante de Tomasillo, sin fallar un solo día. Entre estos clientes destacaban por su fidelidad los directivos de ‘Rumasa’, propiedad de la familia Ruiz Mateos, que tenía varias bodegas en pueblos colindantes a La Encomienda en cuyo término municipal estaba la “Grandalla” de Tomasillo.

Otro “23F”, como el de Tejero irrumpiendo en el Congreso de los Diputados (1981), pero dos años después, el 23 de Febrero de 1983; el gobierno de Felipe González expropió el holding de ‘Rumasa’, compuesto por una veintena de bancos y más de cuatrocientas empresas, que daba trabajo a unos 60.000 empleados. La empresa de la abeja había sido creada por este gaditano echao palante que siempre nos recordó a Demetrio Expósito, salvando las distancias, claro está, ya que eran almas gemelas; ambos eran unos desclasados sociales que nunca fueron reconocidos por el mundo del dinero a pesar de que lo generaban a espuertas; ambos huían de sus obligaciones fiscales y laborales y coincidían en que en el mundo del trabajo era práctica aceptable la semiesclavitud laboral, trufada, eso sí, de paternalismo, patente en ambos, desde sus inicios como hombres de negocios del régimen franquista; Demetrio a partir de los años ‘50’ y José María al inicio de los ‘60’, este último se apuntó a la Obra de su tocayo José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei en los años anteriores a la Guerra Civil, que, más adelante, apostaría por el franquismo, para ser precisos del todo, durante el período conocido como tardo franquismo, en el que se enfrentaron políticamente falangistas y tecnócratas.

Ministros del Opus Dei dominaron la política durante aquellos años, siendo los más conocidos los Lópeces, Gregorio López Bravo y Laureano López Rodó, ambos Supernumerarios del Opus Dei, y ministros de Franco en aquel gobierno ‘Tecnócratas-Opus Dei’, de 1969, que barrió del poder a Manolo Fraga.