jueves, 12 de octubre de 2017

'La Saga de La Encomienda' - Trafico de droga en la Planicie CLM

MLFA
Autor de 'La Saga'


Al mismo tiempo que un reducido grupo de presión, al frente del cual cabalgaba un importante constructor de La Encomienda, trataba de hacerse con el control del Partido Popular local, objetivo a cumplir a lo largo del año 2009, de cara a las elecciones municipales de 2011, las fuerzas y cuerpos de seguridad, Guardia Civil y Policía Nacional, llevaban a cabo un amplio dispositivo de seguimiento de una red internacional de tráfico de cocaína cuyo epicentro podía encontrarse en la comarca de La Encomienda. Los primeros envíos de coca llegaron desde Tánger, utilizando dos vehículos, en el primero de ellos, que actuaba de piloto, viajaba, teléfono móvil en mano, el colombiano aquel de La Solana que hizo de introductor de embajadores al abogado y al concejal del PP de La Encomienda, en la ciudad marroquí de Tánger, y la entrega se realizó con puntualidad y sin riesgo alguno, estos dos profesionales, reconocidos en el pueblo, organizaban el reparto con inmediatez, apoyados por un docente que ocupaba cargos de dirección en una red de colegios privados de la zona; se trataba de personas de reconocido prestigio en la localidad, algunos vinculados antaño a los medios de comunicación de la Iglesia.

El abogado fue convocado por el colombiano por asunto de urgencia; la reunión tuvo lugar en el Parador de Almagro, y en ella le fue comunicado el cambio de planes decidido por aquellos marroquíes que había conocido en el hotel Minzah de Tánger; la lucha emprendida por el Rey de Marruecos contra el terrorismo yihadista, forzado a ello por sus aliados occidentales, había supuesto un incremento de controles policiales en las fronteras del reino alauita con Europa, de modo especial se había reforzado la vigilancia en el puerto internacional de Tánger, lo que suponía un riesgo añadido para los narcotraficantes.

La cocaína, explicaba el colombiano con una dicción y dominio del español superior al de aquel abogado bobalicón, al que solo preocupaban los ingresos procedentes de aquel tráfico, y para nada la logística correspondiente, llegaría desde Medellín por vía aérea hasta el aeropuerto de Madrid Barajas, donde la recogería él mismo, que acudiría a la capital en automóvil, con sus dos hijos pequeños bien sujetos en las sillitas de seguridad del asiento posterior, debajo del cual estibarían la droga, que sería entregada en La Encomienda, en el aparcamiento del hostal “Zagala II”, o en otro establecimiento similar instalado unos kilómetros más al sur, el destino se reservaba para el último momento, se decidiría por teléfono móvil, siempre que el hombre que quedara de guardia en el hostal, diera el conforme a la parada, al no detectar presencia policial y contando con que habría que bajar a los niños para que hicieran sus necesidades y degustar todos ellos una consumición a fin de no despertar ninguna sospecha entre los empleados de la cafetería. 

Aquellos dos primeros viajes por carretera resultaron todo un éxito, aunque no fueron conscientes de que en el segundo habían sido controlados, ya desde el mismo aeropuerto de Barajas, y se les dejó hacer para que condujeran a la Guardia Civil hasta las ramificaciones de entrega, que resultaron ser Valdepeñas y la Corralada, donde también había un implicado del propio PP a escala provincial, además, claro está, de La Encomienda. Abortar esta operación de captura del alijo compuesto por dos kilos de cocaína pura ocasionó algunos roces entre los responsables de la operación policial, pero se demostró efectivo dos meses más tarde; resultó fácil introducir un propio en calidad de topo - al tratarse el abogado de un tipo pagado de sí mismo - cuya misión se reduciría a detectar la fecha del siguiente envío, a través de los movimientos de integrantes de aquel grupo que, como era obvio, manifestarían inquietud y nerviosismo al tratarse de unos aficionados, a los que les venía grande el volumen de la operación, ya que la elección de los mismos se debía a su reconocido prestigio social en un pueblo situado en medio de vías de comunicación de alta capacidad.

El colombiano propuso los últimos días de Febrero de 2009 como fechas adecuadas para el siguiente envío, ya que Galicia y el País Vasco se encontraban inmersos en campaña electoral y aumentaría el tráfico de pasajeros en el aeropuerto de la capital, dado el interés político que despertaban ambos eventos electorales. Los controles se incrementarían en los aeropuertos de Lavacolla en Santiago y La Paloma en Bilbao, sobre todo en este último. La operación policial fue diseñada con especial atención a los niños del coche mula, a quienes había que proteger a toda costa, al desconocer el topo si aquel individuo – el colombiano - portaba armas de fuego. El tipo situado de apostadero en el hostal no concedió ninguna importancia al automóvil de gran cilindrada en el que dos personas hacían arrumacos, ya que el aparcamiento del “Zagala” se prestaba a ello, al tratarse de un lugar seguro. Los controles de la propia Guardia Civil eran desplegados en aquellos momentos, informados de que el automóvil del colombiano, un Peugeot 307, había dejado atrás el término de Ocaña, algún agente rezaba para que el sudaka aquel no llevara consigo armas de ningún tipo; estaba previsto que la mujer policía que fingía aquel escarceo amoroso dentro del audi plateado, se hiciera cargo de los niños, desatendiendo cualesquiera otra misión, aún en el supuesto de enfrentamiento armado, algo poco probable.

Una hora después aparecía el peugeot, que era recibido por los ocupantes de dos coches, que acababan de llegar al aparcamiento del hostal, advertidos por teléfono móvil de la llegada de los viajeros - en la jerga del contacto por móvil – al hostal. La agente saltó del coche pistola en mano y se dirigió a la puerta trasera del coche del colombiano, mientras el resto de los agentes llegados rodeaban los tres vehículos impidiendo que escaparan los narcos – el veterano y los novatos – y procedían a esposarlos. En la autovía habían pescado a uno de los enlaces de Valdepeñas, los detenidos fueron trasladados a Ciudad Real, quedando los niños en acogida, y los coches trasladados a buen recaudo por grúas contratadas por la policía municipal.