lunes, 3 de septiembre de 2018

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (035)

Ayuntamiento de Consuegra

Verdadero acierto por las especiales características de esta mujer, que, intentará, desde el primer día, ejercer un riguroso control sobre los empleados, bien es cierto que nunca lo consiguió, hasta el punto de que familiares directos se verán involucrados en hechos luctuosos, verdaderas tragedias que conmovieron a la sociedad de La Encomienda. Uno de aquellos ajuntados, de condición funcionario del Estado, enamorose perdidamente de esta mujer, a la que llegó a acceder por medio de visitas que realizaba acompañado de su esposa, dirigente de una de las organizaciones benéficas de La Encomienda.

Enrique era uno de esos muchachos que se acercaron a los hoteles de la familia, con el buen ánimo de relacionarse con los hijos y algunos de los empleados que eran familia indirecta de Demetrio; era homosexual y muy bien dispuesto a echar una mano si se terciara, como solía ocurrir cada noche, aunque a veces la gran aglomeración de viajeros se producía al amanecer, con sus vejigas repletas y la necesidad imperiosa de reponer fuerzas después del traqueteo inmisericorde del autobús. Tuvo buena acogida, hacía sus primeros pinitos en operaciones en las que actuaba como corredor de fincas y bienes raíces, Enrique era honrado, algo que se daba de bruces con la operativa reinante en “Zagala”, pero coincidía con Demetrio en que no había que tributar a la Administración bajo ningún concepto; el final de Enrique, años después, fue de tragedia griega, inducido al suicidio; otra más de las que sobrevolaron el complejo hostelero. El bueno de Enrique trató de bienes inmuebles con Demetrio y Tomasillo, años más tarde lo haría con sus hijos.

Otros, por el contrario, incluido algún funcionario municipal de La Encomienda, acudían al olor del dinero y por ver de participar en alguna invitación, Demetrio era pródigo si la ocasión se terciaba y sentía algún tipo de interés por el homenajeado, también se encontraba necesitado de hacer valer, siquiera conocer, su éxito en determinados ambientes del pueblo que le había acogido, si bien de aquella manera, utilizando las invitaciones; él era consciente de que las nuevas generaciones, sus hijos y nietos, deberían imbricarse en la Encomienda con legitimidad plena, respeto y admiración de parte de los lugareños, confiaba en ello a pies juntillas y era el principal motivo de conversación y hasta debate enriquecedor con su amada Rita, copartícipe de aquellos proyectos, a medio y largo plazo. Ambos tomaban buena nota de nombres y de los posibles de orden social y económico de aquellos visitantes a quienes agasajaban, en una libreta que controlaba Rita, semillas que podían germinar en un mañana mejor, que resultase beneficioso para sus hijos y nietos.

Castilla La Mancha no existía a los efectos del proceso democratizador que experimentaba España; muchos recordarán la impertinencia de aquel padre de la Constitución que, cinco meses antes de comenzar la negociación que daría a luz la Carta Magna, preguntó en una de las reuniones por la existencia de Castilla La Mancha, región que trataba de constituirse, cual era su derecho, en Comunidad Autonoma. Aquella astracanada resultó inadmisible, bien es cierto que algún otro padre del texto constitucional intentó, sin éxito, unir ambas Castillas en una sola Comunidad. Lo cierto era que el desarrollo y la prosperidad no se repartían de manera uniforme y una España cercana ya al nivel de vida y educación de Europa, no podía vivir bajo la bota del General y su Movimiento Nacional, pero resultaba ser una simple declaración de intenciones por parte de la oposición ya que el pequeño dictador murió en la cama en fecha posterior al fallecimiento de muchos de sus adversarios políticos.

En 1973 vimos como los dos establecimientos de Demetrio Expósito capeaban la crisis y obtenían pingües beneficios, como si la misma no les afectara; pero otro tipo de nubarrones se cernían sobre el patriarca de los “Zagalas”; el asesinato del Almirante Carrero Blanco, a manos de la banda terrorista ETA en Diciembre de 1973, con el visto bueno implícito de potencias extranjeras que apostaban por el advenimiento de la democracia en España, provocó grande angustia en nuestro Demetrio, él era de aquellos que pensaban en el régimen franquista como algo que resultaba inamovible y se perpetuaría en España una vez desaparecido el Dictador. La desaparición del sucesor in péctore del Caudillo, abría las puertas a las hordas rojas que Demetrio daba por desaparecidas. Eso y la enfermedad vascular del Generalísimo, aquella flebitis conocida ya por todos los españoles, provocaron la vuelta de los fantasmas a la mente del hostelero.