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Adolfo Suárez no era muy inteligente; pero lo suficientemente hábil como para descubrir el juego del rey. |
No descubro nada nuevo; pero es importante reiterarnos en la gran farsa que supuso el Título VIII de la Constitución Española, el referido al Estado de las Autonomías; vamos a situarnos, si les parece, en aquel momento, en el inicio de la 'Reforma', también conocida como 'Transición'. Gobernaba España un fascista ramplón, secretario general del 'Movimiento', gobernador civil de una provincia castellana y, como es obvio, incapaz para presidir un gobierno democrático. Hombre ansioso sin medicación y fumador compulsivo de 'Ducados' (manda huevos), que se alimentaba de 'tortillas francesas' y 'café solo', e intimidaba al personal con su mandíbula cuadrada, nariz ganchuda y apretones de mano de camionero. Muchos españoles se preguntaron acerca de la elección, por parte del monarca heredero del pequeño general, del más 'cortito' de la terna que le pusieron sobre la mesa. Resulta del todo evidente; aquel monarca tampoco era una lumbrera y decidió en base a su falta de capacidad y liderazgo. Necesitaba una persona 'manejable' que no cuestionara su cortedad, tampoco su vida disoluta. Se equivocó y lo dejó 'caer', fue Felipe González quien bailó el agua al monarca que vino del franquismo. Esto lo veremos repetido - sin llegar a presidente - entre el monarca hijo y el Iglesias de la coleta. En definitiva Suárez fue el del 'café para todos' autonómico y la puesta en marcha de la gran farsa que supone el Estado de las Autonomías. Adolfo era un falangista convencido (de cerebro y de corazón).
El peligro no es Villarejo; lo son sus amigos 'de finca de caza' de CLM. ¡Si esos fulanos hablaran...!