Hombre hábil, con gran capacidad de manipulación, se pateó todos los pueblos de la región, a fin de cocinar personalmente ese pisto manchego; hombre a quien no gustaba el calabacín, es decir el comunismo, y aderezó una ley electoral en la comunidad que convertiría en misión imposible el que tanto el PCE, como la Izquierda Unida, accedieran a las Cortes de Castilla La Mancha. No podemos olvidar que el PP de entonces era deshecho de tienta, que no podía representar a la derecha en la región, ya que ni tan siquiera les apoyaban socialmente. Muchos eran pretendientes socialistas rechazados por las cúpulas provinciales del PSOE, despechados por ello; en La Encomienda, concretamente, los del PP cabían todos ellos juntos en un taxi como el de Demetrio, que, entonces, era un Fiat Supermirafiori bifaro de importación.
El título VIII de la Constitución Española: “De la Organización Territorial del Estado”; más conocido por el “Estado de las Autonomías” fue una locura, fruto del despropósito y del miedo a los nacionalistas, ya que era lo más parecido a un Estado Confederal, que se nos ocultó con eufemismos del tenor de ‘Federalismo Asimétrico’, y superaba al federalismo de los USA, y al alemán, también al cantonalismo suizo. Todo cocinado a la española, es decir, en plan olla podrida; otro de los eufemismos fue lo de las competencias exclusivas del Estado, en plan: ¡Que no cunda el pánico, el balón está en nuestro campo! por poco tiempo, claro está, hasta que el rival, léase las regiones de España, unas con mayor fuerza que otras, en el momento en que tocaron balón se agacharon, lo metieron en el maletero del coche, y ¡hala! a casa con él.
El nacionalismo vasco tenía una herramienta, las pistolas de ETA, de mucho peso, al ser todas del calibre 9 mm parabellum; no se veían en las mesas de negociación, pero estar, lo que se dice estar, estaban, bien aceitadas y lustrosas, todas de fabricación española. Esa herramienta convertida en argumento falaz, venía a decir al Estado español: “Es que si no nos dais algo que podamos ofrecer a nuestro pueblo, los de ETA se ganaran a la opinión pública vasca, lo que les hará seguir creciendo”. Arzalluz, el recogedor de nueces, ex jesuita, ¡ojo al dato! utilizaba una gestualidad que ponía los pelos de punta al resto de negociadores, en su gesto los ex franquistas detectaban desprecio y amenaza, por mitad ambos sentimientos. Llegó un punto en el que aquel cura renegado y fanfarrón lo reconoció públicamente: “ETA mueve el árbol y nosotros recogemos las nueces”. Nosotros, obviamente, eran los del PNV, y "mover" significaba sembrar de cadáveres el País Vasco, Navarra y el resto de España.
Es a partir de mediada la década de los años ‘80’ cuando el Estado comienza a transferir determinadas competencias a los vascos, a pesar de lo cual, ETA incrementa sus acciones terroristas. Sin olvidar que la amnistía de 1977, concedida de forma generosa por el Estado español, la habían aceptado cual si se tratara de un derecho, sin dar las gracias, ni los hijos (del PNV) ni los padres (el PNV). Estamos metidos de lleno en los años de plomo, que tanto dolor y sufrimiento conllevaron por ambas partes; ¡tantas familias destruidas para siempre! No se incluye la de Xabier Arzalluz, por supuesto, de lo que nos alegramos profundamente.
En el verano de 1978, seis meses antes de la promulgación de la Constitución Española, encontrándose Juanito Ajuriaguerra, el gran líder del PNV en el exilio, en su lecho de muerte, reunió a tres de sus mejores amigos, incluido su médico, (padre del autor de 'La Saga'), y les previno sobre la personalidad de Javier Arzallus (en la Facultad de Derecho de la Universidad jesuítica de Deusto firmaba así) lo de Xabier Arzalluz fue posterior; Ajuria les pidió que no contaran con él para el partido ni para el gobierno vasco, en las puertas de la muerte Juan Ajuria se decantaba por el navarro Carlos Garaicoechea y manifestaba un claro rechazo hacia Arzallus; como se dice coloquialmente: “Juanito conocía el percal”; los vascos tuvieron mala suerte, ya que Garaicochea duró poco en el PNV, de hecho salió corriendo, después de haber sido el segundo presidente del Consejo General Vasco en 1979, preautonómico y embrión del actual Gobierno Vasco de Ajuria Enea, el primer presidente había sido el socialista Ramón Rubial.
A los castellanos-manchegos el título VIII les resultaba indiferente en general, aunque algunos manifestaban su desacuerdo, nos referimos a los ciudadanos, claro; a quienes interesaba, y mucho, era a los politicastros de la región, como iremos viendo. Demetrio y sus compadres de Madrid hablaban ya de un España rota y se declaraban fervientemente antiautonomistas, por entonces, ya que todo cambió en cuanto Bono comenzó a meter los retretes en las viviendas.