domingo, 10 de marzo de 2019

La Saga de La Encomienda por Martín L Fernández-Armesto (072)

Ayuntamiento de Torrejón del Rey

La herramienta que utilizaron los catalanes, nada que ver con las armas de fuego, fue la lengua catalana; ahí sí, ahí hay que quitarse la boina, mejor dicho la barretina; contra la madre que se dirige a su hijo recién nacido en su lengua propia, el catalán, no se puede luchar, y el que lo intente es un imprudente, también un desaprensivo, y esa batalla está perdida de antemano, no lo supieron entender los padres de la Constitución y castigaron a una ‘nación’ española con un Estatuto de Autonomía cicatero, lleno de condicionantes y muy inferior al vasco, en cuanto al techo competencial se refiere. Los catalanes se dispusieron, ya desde el primer momento, a reivindicar sus peculiaridades de forma pacífica, haciendo mucho hincapié en la Educación, como resultaba obvio, el tiempo y su lucha les vino a dar la razón. Al igual que los trajes o vestidos femeninos, la Constitución se cosió con hilvanes, la diferencia entre aquellos políticos y los sastres o sastras, que así se decían si eran mujeres, radicaba en que éstos y éstas terminaban el cosido y sus remates antes de entregar la prenda al cliente; nuestra Constitución se presentó solo con los hilvanes y su vista previa resultó aceptable, pero no se cosió ni se remató, y los hilvanes, es bien sabido, terminan soltándose del todo y dejándote la hombrera sobre el escote palabra de honor. 

Al correr de los ‘80’ y fruto de las presiones de las mal llamadas nacionalidades históricas, los vascos consiguieron llevarse el Cupo Vasco, es decir la recaudación de todos los impuestos y proceder a la devolución de unas migajas, y la policía autonómica, conocida como Ertzaintza en euskera, dotada de los mejores recursos, tanto en salarios, como en parque móvil, con los mejores automóviles y motocicletas del mercado europeo, e instalaciones; no se reparó en gastos, la formación de los Ertzainas (policías) fue esmerada y exigente; algunos recibieron su formación complementaria en Israel y EEUU. Todo ello, como es lógico, entre otras muchas competencias previstas en el Estatuto de Guernica, columna vertebral de la autonomía vasca. 

El Estatuto de Sau, por el que se regía entonces la autonomía catalana, descollaba por una de las competencias transferidas al País Vasco (Euskadi), que era la correspondiente a la policía autonómica: los Mossos D’Esquadra, que no alcanzaron el nivel de eficacia, ni de recursos de los policías vascos; y la competencia de prisiones, que no se había trasferido a los vascos. 

La tercera comunidad autónoma considerada nacionalidad histórica fue Galicia, aunque no se le transfirieron competencias tan rumbosas como a Catalunya y Euskadi (algún Sabiniano de los pocos que quedaban, escribía Euzkadi); las tres tenían lengua propia, por ello sus tres respectivos Estatutos de Autonomía era de corte federativo, a diferencia del resto de regiones, reconocidas ya, las catorce, como Comunidades Autónomas, pero prácticamente vacías de competencias. No debemos olvidar, aunque los historiadores lo hacen a menudo, bien que a propósito, para quedar dentro de los límites de lo políticamente correcto, que nuestro Rey Juan Carlos no estaba por la labor, en cuanto al Estado Autonómico que se consolidaba día a día, su Majestad parlamentaria prefería una mera descentralización administrativa, es obvio que no le hicieron caso y, como en tantas otras cuestiones, con todo respeto desde La Encomienda, el Rey Juan Carlos se la tuvo que envainar y dejar hacer a unos políticos ansiosos por obtener poder, en el Estado, en la región o en la provincia, y no aceptaban la simple descentralización de corte administrativo. 

La baraja se rompería en Andalucía, al producirse el grave enfrentamiento entre Adolfo Suárez y su ministro Clavero Arévalo en 1980 por culpa de la autonomía prevista para aquella región. El ¡No vamos a ser menos! que los vascos, catalanes y gallegos, de Clavero Arévalo, dio lugar al ¡Café para todos! de Adolfo Suárez; inicio del desmadre territorial que tan caro nos está resultando, económica y moralmente, a los españoles; hasta el punto, como analizaremos más adelante, que nos vamos a ver obligados, por mores económicas, a elegir entre el ‘Estado de las Autonomías’ y el ‘Estado del Bienestar’, ambos resultarán incompatibles financieramente hablando. 

Aquel Estado de las Autonomías, también llamado ‘Federalismo Asimétrico’ termina por ser la suma de tres Autonomías de primera clase y catorce de segunda; lo cual provoca el rechazo de los españoles, que, siguiendo la reivindicación de los andaluces, fuerzan el ‘Café para todos’ del presidente Suárez.