Inmoralidad de Estado
Los pagarés del Tesoro fueron instrumentos financieros creados a mediados de los ochenta, libres de impuestos y con menor remuneración que otros activos. Legalmente, había que declarar los rendimientos pero, al tratarse de títulos al portador, no era posible detectar su posesión y, por tanto, nadie lo hacía. Al margen de la rentabilidad, el tenedor se beneficiaba de su opacidad fiscal y consecuentemente de la ausencia de retención. El Gobierno, que tenía la urgente necesidad de captar capital para financiar la reconversión industrial, no solo no ponía la menor traba, sino que pactó con la banca la creación de un nuevo instrumento igualmente opaco, denominado AFRO (activos financieros con retención en origen). La captación de dinero negro en pagarés del Tesoro adquirió tal magnitud que, en tres años (1983 1986), el saldo vivo pasó de 1,3 a 5 billones de pesetas. Si computamos el dinero negro invertido en instrumentos paralelos puestos en circulación por bancos y cajas de ahorro, más el saldo latente en el sector inmobiliario (no se había promulgado todavía la ley de tasas), podemos hablar, a mediados los ochenta, de un volumen estimado de dinero negro cercano a los 10 billones de pesetas. Pagarés y 'afros' convivieron con otros activos diseñados por la banca, que tuvieron una vida tormentosa.