Manuel Puerto Ducet
El 'vigía de occidente' entrenando a fondo en Hendaya. |
El Caudillo conocía mejor que nadie la idiosincrasia de su pueblo; solo tenía que llamar a rebato con la excusa de una supuesta foránea a la patria, para que los españolitos se arremolinasen en la Plaza de Oriente, aferrados a su unidad de destino en lo universal. A pesar del tiempo transcurrido, permanecía fresco entre la población el recuerdo de aquel mítico encuentro del dictador con Hitler en Hendaya, que lo consagraba como el supermán de las negociaciones. Existía el convencimiento de que, para el Caudillo, atajar aquella crisis sería un juego de niños. Su presunta y ‘secular’ amistad con los árabes obraría el milagro y, a poco que nos descuidáramos, nos ahogarían en petróleo No se pueden desligar aquellos acontecimientos del contexto histórico, pero lo cierto es que, al recordarlo, resulta difícil esquivar una sensación de vergüenza colectiva.