Marco Tulio Cicerón dirigiéndose al Senado romano. A la derecha de la foto el Senador Rufián, enfadado. |
En la Roma clásica, existían tres maneras de interpretar el poder: el “imperium”, la “potestas” y la “auctoritas”
El “imperium” era un poder absoluto propio de quienes tenían capacidad de mando, se trataba fundamentalmente, de los cónsules y los procónsules. Luego estaba la “potestas” que era el poder político capaz de imponer decisiones mediante la coacción y la fuerza. Y, por último, existía la “auctoritas” que era un poder moral, basado en el reconocimiento o prestigio de una persona.
En los dos últimos conceptos, la auctoritas y la potestas, descansaba el equilibrio del Estado Romano
Por el contrario, la potestas era propia de los magistrados, nombrados y dependientes de la autoridad estatal, o lo que es lo mismo, del poder establecido. Sus decisiones eran obligatorias. Y no lo eran su bondad o corrección, como en el caso de los juristas, sino porque así lo decía la Ley.