Manuel Puerto Ducet
Ángel Corcóstegui, el mercenario que cobró 18.000 millones de pesetas por entregar el Central-Hispano a Botín. |
Beneficiarios de un oprobio
Tal vez algunos piensen que las fusiones o absorciones en banca son una cuestión entre caballeros, pero lo cierto es que las más sonadas cuchilladas traperas las he contemplado en este contexto. Larvados acuerdos entre el ingenuo Amusátegui y el inquebrantable Echenique para entregar el Banco Central-Hispano a Botín en bandeja de plata pasaron de puntillas y descansan hoy en el almacén de los olvidos selectivos. José María Amusátegui fue el seducido y abandonado coprotagonista de un vodevil bancario, cuyo guión había empezado a escribirse desde el mismo momento en que sustituyó a Claudio Boada en la presidencia del Banco Central-Hispano. El libreto terminaba con su epitafio, escrito por el insaciable Emilio Botín. El cántabro no se fía de nadie, ni aun tratándose del ingenuo Amusátegui. Para asegurar la jugada, forzó el desembarco de Ángel Corcóstegui en el Central- Hispano; un mercenario que ya había mostrado sus credenciales cuando prestaba sus servicios en el Banco de Vizcaya, que le había encomendado la defensa de sus intereses corporativos en el proceso de fusión con el Banco de Bilbao.