Lagun
Fue el Negro quien se percató de la situación, habló con Justino que había muerto a cinco hombres y permanecía absorto al descubrir a una mujer vestida de gañán, que le miraba desafiante; contó siete cartuchos con parsimonia, aprovechando que remitía el chaparrón y se los entregó al Negro que acudió en ayuda de Demetrio, al tiempo que aquel canalla obligaba a la mujer a girarse de espaldas y la mataba de un disparo en la nuca. Pronto rompería el amanecer, aunque el cielo seguía negro, en claro desacuerdo con aquella matanza sin sentido, con aquel horror impropio de bestias, pero cuyos protagonistas eran seres humanos. Demetrio mató a otros dos de aquellos desgraciados, mientras el Negro vomitaba de forma convulsiva, gritando – me ahogo, Demetrio, me ahogo – éste vomitó sobre una de las víctimas y fue Justino quien remató aquella faena, ocupándose del último, cuyas gafas colgaban rotas de una de sus orejas.