Susana Díaz simbolizando con sus brazos la fémina según Da Vinci y el contradébil oportuno de Pedro. |
Empieza a estar muy claro que Sánchez está acabado. De su cada vez más escasa fuerza habla el hecho de que ha tenido que dar marcha atrás de su inicial voluntad de pedirle a Susana Díaz que dimitiera. Tampoco Pablo Iglesias sale bien parado del episodio andaluz. Ha frenado la tentación de alguno de en su entorno de echar la culpa de lo ocurrido al radicalismo izquierdista de Teresa Rodríguez. La irrupción fulgurante de Vox es el dato más llamativo de los resultados de las elecciones andaluzas. Pero el hecho más importante y decisivo para el futuro político de esa región y de España es la formidable caída que ha registrado el voto de izquierdas. Tanto el socialista y como el de Unidos Podemos, con porcentajes inquietantemente similares. Sí, la situación andaluza es peculiar y el hartazgo por cuatro décadas de dominio del PSOE ha debido influir mucho en el electorado. Pero más allá de eso, el 2 de diciembre confirma un declive general de la izquierda que nada en el horizonte parece que pueda frenar.